Evan estaba harto del tráfico. Llevaba media hora atrapado en el mismo lugar, sin poder avanzar más que unos pocos metros. Miraba con frustración el reloj de su celular, que marcaba que ya era muy tarde en la noche. Quería llegar a la casa de Mercy, donde lo esperaba su prometida Abbey, la mujer de su vida. Pero ella tampoco le había enviado ningún mensaje ni llamada desde hace unas horas, y él se preguntaba si estaría bien.Stephen, su mayordomo y ahora chófer, mientras Robert se recuperaba, lo observaba por el retrovisor con una expresión divertida. Conocía a Evan desde que era un niño, y sabía lo mucho que lo había cambiado el amor. Antes, Evan era un joven CEO frío y calculador, que solo se preocupaba por su trabajo y su dinero. Ahora, era un hombre enamorado, que solo se preocupaba por su prometida y su felicidad.—¿Por qué no la llama entonces? —le sugirió Stephen, con una sonrisa burlona.Evan lo miró con fastidio.—No quiero molestarla —mintió—. Tal vez esté ocupada con algo.
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