Abrió la boca en un bostezo sonoro. Se frotó los ojos, sintiendo el cansancio en sus huesos. Apenas era el segundo día de entrenamiento y ya estaba agotada. Y eso que no era ella la que blandía la espada.Caminó por el pasillo, curiosa por ver qué harían hoy los espadachines. ¿Usarían las armas de filo o las de madera? ¿Qué técnicas aprenderían?Se detuvo al pasar por una ventana. Su prometido estaba en el patio, practicando solo con una espada de metal. Se movía con gracia y destreza, como si fuera parte de él.Corrió a buscar una botella de agua y se acercó a él.—¿No te cansas de entrenar tanto? Ya es muy temprano y estás aquí.—Gracias —dijo él, tomando la botella y bebiendo un sorbo.—De nada. Pero dime, ¿por qué te esfuerzas tanto? Eres el mejor espadachín que he visto.Evan suspiró y se sentó en un escalón, invitando a su prometida a hacer lo mismo.—Cariño, eso no significa que pueda ganarle a cualquiera. Además...Miró al horizonte, con determinación en sus ojos.—Hice una pr
—¡Ya voy! ¡Ya salgo!—dijo Roan con voz avergonzada.Abbey se quedó paralizada. Su corazón latía a mil por hora. ¿Sería posible que él la hubiera visto salir del baño con solo una toalla cubriendo su cuerpo?¡Qué horror!Las lágrimas le nublaron la vista.—No, no, yo salgo primero —exclamó, sin medir las consecuencias.—¿Cómo? —preguntó Roan, girando la cabeza.Fue el instante fatal. Abbey salió para correr hacia la puerta, sin embargo resbaló con un pedazo de jabón que había quedado en el suelo y se desplomó. No pudo evitarlo. Pero él, con una agilidad sorprendente, la sujetó antes de que se golpeara.—¡Ojo!Los dos se dieron un porrazo en el suelo. Él se interpuso entre Abbey y el piso, salvándola de una caída peor. Pero ella se magulló la nariz contra el pecho de Roan.—¿Te has hecho daño?Ella estaba sin la toalla, rodeada por los brazos de él. La toalla estaba en su estómago.Abbey se apartó de él como si le quemara y se subió la toalla hasta el cuello.—¡Perdón! ¡Perdón! ¿Te he h
—Ese día quedó grabado en mi memoria como una cicatriz, una que arde cada vez que lo recuerdo—Mercy escupió con desprecio—. ¡Le haré sentir el mismo dolor que me causó!Ryan se secó la sangre que le corría por la boca mientras Roan sentía un nudo en la garganta. Su amigo se estaba consumiendo por el odio y la venganza.(...)La casa de Mercy era vieja y casi se caía a pedazos. Solo el silencio la acompañaba.—¡Qué bueno que llegaste, mi amor!—Evan se acomodó en la cama, fingiendo que la había estado esperando. Se recostó de lado, apoyando su cabeza con una mano.Abbey rodó los ojos.—¿Qué haces en mi habitación?Evan respondió sin titubear.—Pues, lo que hacen las parejas. Dormir juntos. No preguntes lo evidente, vaya.Abbey soltó un suspiro y negó con la cabeza mientras ordenaba algunas cosas de su cuarto.Se acostó rápidamente para dormir temprano.Minutos después, volvió a suspirar con irritación cuando su prometido empezó a protestar sin parar a su lado y a moverse como una lombri
Evan se esforzaba por prestar atención a las palabras de uno de los inversionistas, que le hablaba con entusiasmo de un proyecto a largo plazo. Sostenía una copa de champán en las manos, pero no había probado ni un sorbo. El edificio estaba atestado de gente, vestida con trajes elegantes y joyas ostentosas. Era una fiesta empresarial, y Evan tenía que estar allí, sonriendo y asintiendo, como si le importara algo más que su trabajo.Pero en el fondo de su mente, solo había una persona que ocupaba sus pensamientos. Su prometida, la mujer que amaba con todo su corazón, y que lo esperaba en casa. Ella era su razón de vivir, su motivación para triunfar en todos los aspectos de la vida. Quería darle lo mejor, protegerla y hacerla feliz.Abrió la boca para decir algo, pero su celular vibró en su bolsillo. Se disculpó con una leve reverencia y se alejó del grupo de empresarios. Sacó el teléfono y vio el mensaje de su prometida. Su rostro se iluminó con una sonrisa bobalicona."Te extraño much
Evan estaba harto del tráfico. Llevaba media hora atrapado en el mismo lugar, sin poder avanzar más que unos pocos metros. Miraba con frustración el reloj de su celular, que marcaba que ya era muy tarde en la noche. Quería llegar a la casa de Mercy, donde lo esperaba su prometida Abbey, la mujer de su vida. Pero ella tampoco le había enviado ningún mensaje ni llamada desde hace unas horas, y él se preguntaba si estaría bien.Stephen, su mayordomo y ahora chófer, mientras Robert se recuperaba, lo observaba por el retrovisor con una expresión divertida. Conocía a Evan desde que era un niño, y sabía lo mucho que lo había cambiado el amor. Antes, Evan era un joven CEO frío y calculador, que solo se preocupaba por su trabajo y su dinero. Ahora, era un hombre enamorado, que solo se preocupaba por su prometida y su felicidad.—¿Por qué no la llama entonces? —le sugirió Stephen, con una sonrisa burlona.Evan lo miró con fastidio.—No quiero molestarla —mintió—. Tal vez esté ocupada con algo.
Evan extendió una mano en un gesto de súplica, tratando de calmar a Mercy. Su voz temblaba por el miedo y la angustia. —Mercy, por favor, déjala ir. Podemos hablarlo, podemos solucionarlo. No sé qué te ha pasado, pero…Mercy lo interrumpió con un rugido furioso. —¡Cállate! ¡Cállate de una vez! No quiero oír tus mentiras, tus excusas. Solo quiero que escuches lo que te voy a decir. ¿Sabes por qué estoy haciendo esto? ¿Sabes por qué he secuestrado a tu novia y la tengo a punta de espada? Te lo voy a contar, Evan. Te voy a contar lo que hicieron tú y tu padre.INICIO DE FLASHBACKMercy se asomó por la rendija de la puerta, con el ceño fruncido y el labio inferior mordido. No entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué su padre estaba de rodillas en el suelo, frente a unos extraños vestidos de traje? ¿Por qué lloraba y suplicaba con voz quebrada?Había estado jugando tranquilamente en la oficina de su padre, como solía hacer cuando él tenía reuniones, cuando unos alaridos le helaron la sangr
A través de la pantalla de su celular, Evan vio con asombro cómo su prometida se enfrentaba al peligro. Abbey estaba secuestrada y atada a una silla, pero no se rendía ante su captor. Ella le transmitía confianza y amor con su mirada, que le impulsaba a actuar. Se dio un golpe en la cara, tan duro que Abbey se estremeció al verlo.La mejilla le quedó ardiendo y roja, un constante recordatorio para poner los pies en la tierra y solucionar el problema. No serviría de nada si se quedaba en el asiento trasero del auto, mirando la videollamada y no intentando rescatar a su amada ¿Verdad? No le sirve de nada llorar y sentarse sobre su trasero.—Eres la mejor, mi amor, tonta—Evan se lamió el labio que le dolía, para luego limpiarse la poca sangre que había salido—. Ya estoy llegando. Resiste un poco más.Abbey le devolvió una sonrisa dulce. No le preocupaba el corte que sangraba en su cuello, ni el dolor que le invadía. Solo quería abrazar a su futuro esposo, aunque fuera lo último que hicie
Mercy inhaló profundamente y deslizó su espada por la pared, junto al viejo armario.—Aún no he acabado con mi venganza, ¿lo sabes, verdad?La sonrisa maliciosa de Mercy se ensanchó al imaginar el miedo que debía de sentir Abbey dentro del armario. La pobre intentaba controlar su respiración y sus temblores, pero Mercy podía oírla perfectamente.—Quiero que Evan sufra el infierno, y para eso te necesito a ti. Eres lo único que le importa.Mercy se compadeció brevemente de él. Estaba tan perdido que no se daba cuenta de su locura.—Así que si te destrozo, mi venganza será completa.Suspiró con impaciencia cuando el armario permaneció en silencio. Parecía que nada de lo que decía iba a hacer que Abbey saliera de su escondite ridículo, así que se decidió a abrir el armario y acabar con su venganza de una vez por todas.Ya estaba harto de tanta quietud.—Cuando mueras, no me culpes a mí. Culpa a tu novio.Al abrir el armario de golpe, una escoba vieja se desplomó sobre el suelo. Mercy se