—¡Abbey! ¿Qué has hecho? ¿Estás bien?Abbey bajó la cabeza e intentó respirar profundamente.—Sí, sí, estoy bien —alzó la cabeza—. No te preocupes...La sangre comenzó a fluir desde su nariz y el labio partido.Todos jadeaban asustados, mientras Abbey se sentía como la protagonista de una sangrienta película de terror.—¡Abbey! ¡Estás sangrando mucho!La rubia se limpió la sangre con el dorso de la mano, como pudo.—Estoy bien, de verdad. No grites, me duele la cabeza —tomó la espada que el niño rico tenía a un costado de su cintura, como si estuviera familiarizada con el arma, y lo hizo con destreza—. Voy a tomarla prestada y te la devolveré enseguida, ¿de acuerdo?—¿Qué estás...?Abbey avanzó decidida hacia el líder, quien por instinto retrocedió varios pasos hasta toparse con la pared. ¡El aura de esa niña parecía la de un guepardo acechando a su presa!—¿Qué? ¿Qué quieres?—Apareciste con tu pandilla de matones en mi escuela, lastimando a personas inocentes y causando estragos —cl
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