Abbey se recogió el cabello con un gesto ágil y observó el balde lleno de agua jabonosa y la escoba que le esperaban junto a la puerta.Estaba decidida a limpiar aquel lugar polvoriento.—Vamos allá —se dijo a sí misma.Abrió la puerta de una de las habitaciones y pulsó el interruptor de la luz. Nada ocurrió. Insistió un par de veces más, pero el resultado fue el mismo.—¿Se habrá fundido la bombilla? —se preguntó, frunciendo el ceño.Gracias a las indicaciones de Mercy, Abbey no tardó en dar con el almacén de herramientas y coger una escalera para alcanzar el bombillo fundido.Se trepó con cuidado y sin prisas. Aún no tenía un bombillo nuevo, pero pensaba pedírselo al chico andrógino una vez que hubiera desmontado el viejo. Quizás solo fuera cuestión de ajustar algún cable o soldar algún filamento para que volviera a brillar.La escalera se balanceó cuando Abbey estiró el brazo todo lo que pudo para desatornillar la bombilla. Se quedó inmóvil, temiendo caerse.Lo volvió a intentar, p
—Confieso que tenía cierta inquietud por el torneo, sabes.Evan sintió una punzada de molestia al oír a ese niñato. ¿Acaso ahora que él iba a cobrarse su revancha contra Mercy, Mercy se ponía a hablar con seriedad?Frunció el ceño y lo miró de reojo mientras se secaba el agua de la cara con la manga de su uniforme.—Pero ya lo tengo claro.—¿Ah, sí?—Sí, estoy en la misma sintonía que tú—Evan abrió mucho los ojos. Nunca había visto a Mercy tan grave como ahora. Nada que ver con el Mercy divertido, risueño y lleno de vitalidad de antes. Evan no creía que ese chiquillo pudiera poner una cara tan dura—. Ryan, Roan y el esgrima. Son mi razón de ser. Quiero protegerlos cueste lo que cueste.El joven CEO soltó un suspiro.—Si es así—alzó un puño, con camaradería—. ¡Tenemos que arrasar en el torneo!La sonrisa radiante y llena de energía de Mercy, regresó a su rostro. Chocó el puño de Evan con entusiasmo.—¡Así es! ¡Vamos a darlo todo!(...)Abbey canta bajito mientras remueve la comida. Exha
Abrió la boca en un bostezo sonoro. Se frotó los ojos, sintiendo el cansancio en sus huesos. Apenas era el segundo día de entrenamiento y ya estaba agotada. Y eso que no era ella la que blandía la espada.Caminó por el pasillo, curiosa por ver qué harían hoy los espadachines. ¿Usarían las armas de filo o las de madera? ¿Qué técnicas aprenderían?Se detuvo al pasar por una ventana. Su prometido estaba en el patio, practicando solo con una espada de metal. Se movía con gracia y destreza, como si fuera parte de él.Corrió a buscar una botella de agua y se acercó a él.—¿No te cansas de entrenar tanto? Ya es muy temprano y estás aquí.—Gracias —dijo él, tomando la botella y bebiendo un sorbo.—De nada. Pero dime, ¿por qué te esfuerzas tanto? Eres el mejor espadachín que he visto.Evan suspiró y se sentó en un escalón, invitando a su prometida a hacer lo mismo.—Cariño, eso no significa que pueda ganarle a cualquiera. Además...Miró al horizonte, con determinación en sus ojos.—Hice una pr
—¡Ya voy! ¡Ya salgo!—dijo Roan con voz avergonzada.Abbey se quedó paralizada. Su corazón latía a mil por hora. ¿Sería posible que él la hubiera visto salir del baño con solo una toalla cubriendo su cuerpo?¡Qué horror!Las lágrimas le nublaron la vista.—No, no, yo salgo primero —exclamó, sin medir las consecuencias.—¿Cómo? —preguntó Roan, girando la cabeza.Fue el instante fatal. Abbey salió para correr hacia la puerta, sin embargo resbaló con un pedazo de jabón que había quedado en el suelo y se desplomó. No pudo evitarlo. Pero él, con una agilidad sorprendente, la sujetó antes de que se golpeara.—¡Ojo!Los dos se dieron un porrazo en el suelo. Él se interpuso entre Abbey y el piso, salvándola de una caída peor. Pero ella se magulló la nariz contra el pecho de Roan.—¿Te has hecho daño?Ella estaba sin la toalla, rodeada por los brazos de él. La toalla estaba en su estómago.Abbey se apartó de él como si le quemara y se subió la toalla hasta el cuello.—¡Perdón! ¡Perdón! ¿Te he h
—Ese día quedó grabado en mi memoria como una cicatriz, una que arde cada vez que lo recuerdo—Mercy escupió con desprecio—. ¡Le haré sentir el mismo dolor que me causó!Ryan se secó la sangre que le corría por la boca mientras Roan sentía un nudo en la garganta. Su amigo se estaba consumiendo por el odio y la venganza.(...)La casa de Mercy era vieja y casi se caía a pedazos. Solo el silencio la acompañaba.—¡Qué bueno que llegaste, mi amor!—Evan se acomodó en la cama, fingiendo que la había estado esperando. Se recostó de lado, apoyando su cabeza con una mano.Abbey rodó los ojos.—¿Qué haces en mi habitación?Evan respondió sin titubear.—Pues, lo que hacen las parejas. Dormir juntos. No preguntes lo evidente, vaya.Abbey soltó un suspiro y negó con la cabeza mientras ordenaba algunas cosas de su cuarto.Se acostó rápidamente para dormir temprano.Minutos después, volvió a suspirar con irritación cuando su prometido empezó a protestar sin parar a su lado y a moverse como una lombri
Evan se esforzaba por prestar atención a las palabras de uno de los inversionistas, que le hablaba con entusiasmo de un proyecto a largo plazo. Sostenía una copa de champán en las manos, pero no había probado ni un sorbo. El edificio estaba atestado de gente, vestida con trajes elegantes y joyas ostentosas. Era una fiesta empresarial, y Evan tenía que estar allí, sonriendo y asintiendo, como si le importara algo más que su trabajo.Pero en el fondo de su mente, solo había una persona que ocupaba sus pensamientos. Su prometida, la mujer que amaba con todo su corazón, y que lo esperaba en casa. Ella era su razón de vivir, su motivación para triunfar en todos los aspectos de la vida. Quería darle lo mejor, protegerla y hacerla feliz.Abrió la boca para decir algo, pero su celular vibró en su bolsillo. Se disculpó con una leve reverencia y se alejó del grupo de empresarios. Sacó el teléfono y vio el mensaje de su prometida. Su rostro se iluminó con una sonrisa bobalicona."Te extraño much
Evan estaba harto del tráfico. Llevaba media hora atrapado en el mismo lugar, sin poder avanzar más que unos pocos metros. Miraba con frustración el reloj de su celular, que marcaba que ya era muy tarde en la noche. Quería llegar a la casa de Mercy, donde lo esperaba su prometida Abbey, la mujer de su vida. Pero ella tampoco le había enviado ningún mensaje ni llamada desde hace unas horas, y él se preguntaba si estaría bien.Stephen, su mayordomo y ahora chófer, mientras Robert se recuperaba, lo observaba por el retrovisor con una expresión divertida. Conocía a Evan desde que era un niño, y sabía lo mucho que lo había cambiado el amor. Antes, Evan era un joven CEO frío y calculador, que solo se preocupaba por su trabajo y su dinero. Ahora, era un hombre enamorado, que solo se preocupaba por su prometida y su felicidad.—¿Por qué no la llama entonces? —le sugirió Stephen, con una sonrisa burlona.Evan lo miró con fastidio.—No quiero molestarla —mintió—. Tal vez esté ocupada con algo.
Evan extendió una mano en un gesto de súplica, tratando de calmar a Mercy. Su voz temblaba por el miedo y la angustia. —Mercy, por favor, déjala ir. Podemos hablarlo, podemos solucionarlo. No sé qué te ha pasado, pero…Mercy lo interrumpió con un rugido furioso. —¡Cállate! ¡Cállate de una vez! No quiero oír tus mentiras, tus excusas. Solo quiero que escuches lo que te voy a decir. ¿Sabes por qué estoy haciendo esto? ¿Sabes por qué he secuestrado a tu novia y la tengo a punta de espada? Te lo voy a contar, Evan. Te voy a contar lo que hicieron tú y tu padre.INICIO DE FLASHBACKMercy se asomó por la rendija de la puerta, con el ceño fruncido y el labio inferior mordido. No entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué su padre estaba de rodillas en el suelo, frente a unos extraños vestidos de traje? ¿Por qué lloraba y suplicaba con voz quebrada?Había estado jugando tranquilamente en la oficina de su padre, como solía hacer cuando él tenía reuniones, cuando unos alaridos le helaron la sangr