— ¿Oh, por qué? —Daniela entrecerró los ojos, riendo. —Como un acto de fe. Para probar que no quiero solo tu tentador cuerpo, sino tu compañía, tu conversación y lo que es más importante. — ¿Qué? —Será mejor que redecoremos el pent-house o compramos una casa, ¿No te parece? —los ojos de Juan danzaban—. A menos que te guste mi pent-house, Además de que tengo motivos muy sentimentales asociados con mi dormitorio. Dani estaba tan complacida por la declaración de intención, que lo estrechó, dejando caer una lluvia de besos sobre su rostro. — ¡Eso es lo más bonito que me ha dicho alguna vez un hombre! — ¡Lo contrario, supongo, de algunas proposiciones que recibiste! —Me parece recordar una singular y única proposición tuya, Juan Carlos Quintana, la noche que me viste en la inocente compañía de mi hermano Óscar. Juan cerró los ojos. —La peor parte de ello fue que era verdad. Me dejé llevar por la posibilidad de compartirte con otros hombres, siempre y cuando me incluyeras
Leer más