—No, Gabriela —dijo quitando sus manos de abajo de las suyas. Ella alzó las cejas y deslizó su labio inferior debajo de sus dientes con una sutileza magistral. La seducción le venía tan natural que nadie jamás se imaginaría que alguien de apariencia tan inocente fuera tan diabólica. —Bueno, hablemos ahora mismo. Juan Carlos, no importa el lugar, sino la compañía. En cuanto sintió su pie, rozar su pantorrilla se deslizó un poco lejos de ella. —¿Qué estás haciendo, Gabriela? —le preguntó, él y en voz baja. Ella no contestó. Solo dio un vistazo alrededor y se acercó más a él, y trató de darle un beso en los labios. —No, Gabriela. —le dijo cuando percibió su aliento cerca de su boca. Ella se detuvo, y Juan Carlos se levantó para dar un largo trago a su vaso—. Será mejor que me… —Entonces regresaste con Daniela —dijo entre risas. —Eso no es asunto tuyo —contestó de golpe. Ella arqueó su espalda y echó su cabello para atrás. —Cariño, relájate —dijo con una sonrisa, tomando su marg
Gabriela llevaba días vigilando a su gemela y sabía que todas las tardes, Daniela y a Juan Carlos se reunían al final de la tarde en casa de sus padres. —La verdad es que sí, necesito más cariño. — Juan Carlos la miraba atónito, su voz dulce era igual a la de Daniela, si no hubiera sido por su mirada él hubiera caído redondito. No cabía duda que había practicado mucho. Con sobrada razón lo había, lo pudo engañar la primera vez. Cuando Gabriela se acercó, Juan Carlos retrocedió y ella supo que él la había descubierto. —¿Por qué tienes que rechazarme? —¡¿Por qué te gusta hacer estas estupideces Gabriela?! ¡Hacerte pasar por Daniela!—le contestó. Ella revisó su bolso y sacó el arma y lo apuntó con ella. —Porque esta es mi venganza, o me das lo que quiero o desaparece Daniela de este mundo. Juan Carlos la miró sorprendido —¡No te atreverías!, ¡Por Dios, es tu hermana!. —Pruébame. —Gabriela se acercó él, y le dijo que se sentara, justo detrás de él había una pequeña
—¡Detente, mira lo que le has hecho a papá! ¡¿Acaso no lo quieres m*****a loca?! —Cuando ella iba a volver a disparar, otro sonido de disparo se oyó, Gabriela los miró con la mirada pérdida, y de su boca empezó a salir sangre, cuando hizo todo el esfuerzo de volver a levantar el arma y matar a Daniela, otro disparo retumbó y ella cayó, y detrás de la ventana de la cocina estaba Gerónimo apuntando. —¡¡GABRIELA!! —gritó la señora Elena y salió corriendo y la tomó en brazos — ¡Gabriela, hija mía! El doctor Castillo, tirado en el piso y sujetándose una pierna, comenzó a llorar y ver a su hija muerta. Juan Carlos se arrodilló y le dijo al doctor Castillo. —¡Señor Arturo, hay que llevarlo a emergencias! —¡No, yo estoy bien! ¡Ayude a Gabriela! Juan Carlos hizo un gesto de disgusto, pero lo obedeció y se acercó a Gabriela, que era sostenida en brazos de su madre, que lloraba angustiada. Y Juan Carlos se dirigió a su suegra. —Señora Elena, déjeme tomarle el pulso. Ella la soltó y Juan C
—No digas eso querido...—replicó la señora Elena. El doctor sujetó su mano y la besó. —Es la verdad, Elena... —el doctor continuó con su relato.—Dani, cómo te decía los pacientes de esta clínica eran personas pudientes... Un día trajeron a emergencias una chica rubia que había estado involucrada en un accidente de tránsito. Afortunadamente, solo sufrió heridas leves y cómo yo era el médico de turno me tocó atenderla. Mientras la atendí como hago con cualquier paciente, con amabilidad, ella confundió mi trató como un interés romántico de mi parte. Aunque en ese momento no me di cuenta. Después, al salir de alta, ella comenzó a buscarme y a esperarme a la salida... —el doctor miró con vergüenza a la señora Elena y a Daniela— Luego cometí el error de involucrarme con ella y quedó embarazada… Con el tiempo dio luz a un par de gemelas... —¡Oh, entonces!... —exclamó Daniela mirando fijamente a la señora Elena. —Yo no soy su madre biológica... —concluyó la señora Elena con tristeza. Ju
— ¿Y qué ocurrió con mi madre biológica?, ¿Ella estuvo de acuerdo en que te entregaran a sus bebés? — No sé qué ocurrió con ella. Después que ustedes nacieron, perdí contacto con su familia... Si, ella estuvo de acuerdo, debido a su enfermedad, no creyó prudente que ustedes estuvieran cerca de ella... — Pero papá, tú dijiste que ella no se veía enferma y al parecer tenía a su trastorno bajo control. ¿Qué peligro podía significar para nosotros? — Hija, esa fue la explicación que ella me dio, no sé que más decirte... —Sus padres...es decir, mis abuelos, ¿Nunca se interesaron por nosotras en algún momento mientras crecíamos? Para tu abuelo el orgullo era más importante. Después de todo era un empresario, influyente y poderoso. Gustavo Ramírez, dueño de la procesadora de alimentos más grande del país. Sofía, que había estado atenta a lo que el doctor Castillo decía y llorado junto con su amiga. Se quedó paralizada apretando fuertemente la mano de Sergio, quien la miró extrañado y le
Dándose cuenta de su sorpresa, él sonrió. Lo hizo de verdad, pero muy levemente. — Naturalmente. Mi esposa desea criar a sus nietos en nuestra propia mansión. Daniela tardó varios segundos en contener su incredulidad. ¡Los Quintana querían a Lucas y a Frida! No podía creer que ese hombre estuviera hablando en serio. Santiago la miró como un gato miraría a un ratón. — A Carolina le encantan los niños. Lucas y Frida serán muy queridos. — Yo realmente... No me creo estar oyendo esto— admitió ella trémulamente— ¿Primero entra a mi departamento por la fuerza como un delincuente y luego cree que tiene el derecho a quedarse con mis niños? ¡¿Está loco?! Mientras hablaba la ira se fue apoderando de ella. — Sea lo que sea lo que usted sienta por mí no me importa. Pero mi hijo es el padre de sus hijos y eso me da derecho... — ¡Usted no tiene derecho a nada! ¡Miserable! ¡Usted cree que puede venir a pisotearme! Sin inmutarse, Santiago respondió. — No estoy dispuesto a tener una discus
— ¡Usted, con su ignorante y machista doble rasero y su repugnante hipocresía! ¡Póngame la mano encima y se hundiría! No puede tocarme y lo sabe. Si usted vuelve a acercárseme otra vez, iré a los periódicos. ¡No tiene ningún derecho a quedarse con mis hijos! Ya lo verá... o iremos a juicio, donde todo saldrá a la luz pública.—Eso lo dijo muy satisfecha de haber encontrado por fin el talón de Aquiles de ese hombre—Pero usted es demasiado orgulloso como para soportar que se muestren los trapos sucios de la familia ¿Verdad?... Un asqueroso orgullo familiar que está antes que el honor y la decencia. Santiago estaba pálido de rabia. Una rabia que trataba desesperadamente de contener. —¿Con qué ínfulas se atreve a amenazarme mujer insignificante?—le dijo caminando hacia ella con la misma energía que un tigre al acecho. Daniela retrocedió quitándose las pantuflas, colocando un pie atrás en posición de combate, dispuesta a darle un derechazo en la nariz y un rodillazo en los testículos,
Y, de pronto, Daniela se encontró completamente sola. Se miró por última vez en el espejo y alzó al ramo. Tenía el estómago revuelto, pero, por primera vez desde hacía semanas, por culpa de los nervios. Tomó aire y la ansiedad cesó. No tenía ningún motivo para estar preocupada. Jamás había estado tan segura de nada como de aquella boda con Juan Carlos. Miró por la ventana y vio que las familias se habían sentado. Había llegado el momento de salir. Bajó con mucho cuidado la escalera y al final la estaba esperando, el doctor Arturo Castillo vestido en su traje oscuro se veía apuesto y su expresión se reflejaba orgullo y sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando se encontró con él le dijo. —Papá te ves muy apuesto. Y por favor deja las lágrimas para mi mamá. —No puedo evitarlo, hija. No solo te ves hermosa sino muy feliz. Eso es lo que deseas todo padre, la felicidad para sus hijos —Sí, papá. Siento que soy la mujer más feliz de la tierra. ¿Te sientes bien con ese bastón? —No te pr