—Oye, no te duermas —escucho como una dulce voz masculina me llama, pero por más que lo intento no puedo abrir los ojos. Percibo el cálido tacto de una caricia sobre mi mejilla derecha— ¡SETH, VEN AQUÍ! “No, que no se acerque”. No puedo permitir que vea así, ni siquiera tuve tiempo de cambiar a mi forma humana. Estoy segura de que la manada no apreciará para nada saber que soy un puto monstruo, sobre todo mi preciado ojiazules; sí, ya estoy resignada a aceptar que me gusta, aunque no pienso decírselo. Intento hablar para detener al extraño, pero lo único que abandona mis labios es un lastimero gemido. —¡NICOLE! —Seth grita al llegar a mi encuentro, siento como sujeta mis brazos y los jala para levantarme sacándome, otro gemido debido al dolor que me provoca el repentino sacudón. —Espera, no puedes moverla de esa manera; está muy herida. —¿Y qué esperas que haga, Aaron? ¿Quieres que la deje aquí para que… muera? P
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