LA CENAMittens estaba descontrolado. Hacía días que Siena aparecía en su apartamento sólo para dormir, y Mittens se lo estaba haciendo notar. Había dado vuelta su plato de agua sobre la alfombra, a propósito, claro, y se negaba a comer.- Vamos, Mittens, no me hagas la vida más complicada de lo que ya es -rogó Siena-. Te lo compensaré ni bien pueda. Miraremos muchas películas el fin de semana y te cocinaré pavo. ¿Quieres? -preguntó, acercándose para acariciarlo, pero Mittens corrió y saltó, subiéndose a lo más alto de la biblioteca.Siena suspiró y puso los ojos en blanco. Dejo caer sus hombros, resignada. El gato la observaba desde las alturas, disgustado.- Tienes razón, trabajo mucho -musitó, cansada.El microondas hizo su característico pitido, finalizando, y Siena se acerc&o
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