Ivette se miró al espejo, no muy conforme. La pubertad la había tratado con gentileza, eso le decía su tía. "Un busto enorme es la envidia de cualquier mujer", decía ella. "Te traerá los favores de los hombres". Sí, claro, hasta el momento sólo le había traído dolores de espalda, Ingen ni los miraba. Y desde que habían empezado a crecer, ya ni la abrazaba. Su madre, en cambio, era una mujer elegante, distinguida, que se veía muy bien con cualquier cosa que se pusiera. Para ella, las apariencias eran lo de menos. Una mente brillante, una personalidad atrayente, eso hacía destacar a una persona, pero claro, ella tenía un busto de tamaño normal y no uno XXX.Extrañaba los días de la infancia donde nada de eso importaba y niñas y niños jugaban como iguales. Ella incluso había aprendido a amar los videojuegos porque sabía lo mucho que Ingen los amaba y compartir algo especial con él la hacía feliz. Habían salido campeones del torneo de Extreme Revenge online. Luego miraba su busto enorme
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