—¿Cómo estás, hijo? —preguntó Tomken. En cuanto supo de la noticia sobre el descubrimiento del cuerpo de Ardelia, voló hacia donde se hospedaba Caín. —Bien. Ella ya ha estado muerta por dos años para mí, padre —dijo el joven, mirando el arreglo floral que había dejado junto a la ventana.Eran tres rosas azules, rodeadas de pequeñas flores blancas. Un ramo hermoso y elegante. Había llegado temprano en la mañana, sin remitente. No lo necesitaba. —Descubriremos quién lo hizo —prometió Tomken, apoyándole la mano en el hombro. Las rosas azules no lo eran desde siempre. Cuando recién se abrían sus botones, ellas mostraban un pálido tono violeta, tan efímero como hermoso. Luego de unos días se volvían azules de manera definitiva. —Sí —esbozó Caín—. Mi próxima gira me llevará a nuestra ciudad. Será como volver a casa. Para algunas personas, que son fieles creyentes del lenguaje de las flores, las rosas azules representan el amor imposible. Él tenía tres amores imposibles, eso le decían
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