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Todos los capítulos de Opuestos: Capítulo 1 - Capítulo 10
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Introducción
Hola, me llamo Gabriella White, y tengo diecinueve años; en unos cuantos días cumpliré veinte. Soy blanca, mi color de cabello es castaño con ciertos reflejos rubios, y mi color de ojos es extraño. Son como verdes pero con algo de miel en ellos; no es muy común este color de ojos. Soy la típica chica solitaria, que ama a su familia, aunque a veces parezca loca, con un sarcasmo que a veces sale a relucir. Tengo un hermano "pequeño", de quince años, llamado Benjamin; lo adoro. Es igual de loco a mí y me apoya en lo que hago o digo. Nuestros padres: Helena y Henry White, son amorosos y responsables, siempre pensando en nuestro bienestar. Vivimos en una casa grande en la ciudad de Chicago, pero por cosas de la vida, el destino o yo que sé, a mi padre le tocó trasladarse por su trabajo como oficial de la policía a la ciudad de Ashland, Oregon. Obviamente, porque somos su familia, nos tocó venirnos con él. Aunque, siendo honesta, todo el asunto en sí me parece algo sospech
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¿Quién es él?
Escuché la molesta alarma sonar y maldije internamente; me senté en la cama, mirando a la nada, apagando el sonido estrepitoso después de un tiempo, dándome cuenta que eran las seis y treinta de la mañana. Decidí levantarme y darme un baño para que no se me hiciera tarde de nuevo. Entré al baño con toda la lentitud habida y por haber, decidiendo que lavaría mi cabello. Me demoré unos veinte minutos allí adentro, deseando remover la sensación inquietante que me invadía. Al salir, me alisté con rapidez, bajando a desayunar al haber terminado. - Buenos días, hija. - Mi madre sonrió al verme entrar a la cocina. - Veo que te levantaste temprano hoy. - Le sonreí de vuelta, asintiendo en silencio.  - Supongo que no quiero que, Ben, llegue tarde de nuevo. - Me senté en una de las sillas del comedor, pensando en todo. - Mamá, hoy comienzo a trabajar. - Ella me miró con cierta sorpresa, algo extrañada. - ¿Y eso? Sabes que no necesitas hacerlo, hija. Tu pad
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¿Qué me sucede?
Desperté de un salto, mirando el reloj de mi mesita de noche: faltaban diez minutos para las seis de la mañana y, no queriendo que se me hiciera tarde, me metí al baño a darme una ducha caliente. Al estar lista, con ropa y todo, decidí salir de mi habitación, bajando las escaleras, dirigiéndome a la cocina. Luego de haber estado un tiempo sola, escuché que alguien bajaba las escaleras, acercándose a la cocina. - Hija, ¿qué haces despierta tan temprano? - Conecto mis ojos con los de mi madre, viéndola acercarse a mí para darme un abrazo. - Mala noche, nada más. No tenía sueño así que decidí bajar y desayunar temprano. - Sonreí levemente, viéndola separarse de mí.  - ¿Y se puede saber qué fue lo que te hizo pasar una mala noche? - Me tensé levemente, pasando en seco, pensando en qué decir. - No es nada, mamá. Sólo fue una tontería. - Le sonreí lo mejor que pude, esperando que me creyera. Ell
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¿Esto es verdad?
Desperté en mi cama, sintiendo un fuerte dolor en la cabeza, acariciando mi sien con dos dedos. ¿Qué hora es? ¿A qué hora me dormí? Me estiré con cuidado, levantándome de ahí.  Me acerqué a la ventana, abriéndola con suavidad, sintiendo una brisa helada entrar, congelándome hasta los huesos. Me abracé a mí misma, queriendo cerrar la ventana, pero al hacerlo, me dí cuenta que había una persona allí abajo, mirándome. Podía sentir sus ojos clavados en mí. Sin pestañear, parece que hasta sin respirar.  Aunque para mi sorpresa, no sólo era una persona: habían varias personas, todas mirándome fijamente. ¿Qué rayos hacen?  ¿Tal vez se les atrofió el cerebro y por eso parecen muertos? Negué en silencio, decidiendo que cerraría la ventana, pero al intentarlo, me fue imposible; sentí cómo me empujaban contra el suelo, causando que cerrara mis ojos ante la caída, notando un dolor agudo en mi nuca. Al abrirlos y mirar qué sucedía,
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Lo vi.
Aproveché que íbamos caminando en total silencio, pensando en todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, hasta que, mi hermano, decidió romperlo. - ¿Cómo se llama ese chico que te tenía del brazo, Gabi? - Suspiré suavemente. De todos los temas del mundo tuvo que sacar ese. - Es Tyler. Un chico que conocí en la cafetería, a quien vivo encontrando en todos lados parece. - Mi hermano rió levemente, negando en silencio. - No te agrada mucho, ¿o sí? - Sonreí. Benjamin entiende cómo soy. - No lo sé, Ben. Su manera de ser es algo extraña y, con seguridad puedo decir que es posesivo hasta que se aburre. Si es que se aburre. Mi hermano rió con fuerza, echando su cabeza hacia atrás, haciéndome mirarlo sin entender el chiste en toda la situación, notando que me miraba con una sonrisa sospechosa después de haberse calmado. Claramente él sabía algo que yo no.  - Y
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No tan tranquilo.
¿De verdad piensa enviarme con él? Negué en silencio, no queriendo aceptar aquello.  - Mamá, sé caminar; no se me quebraron las piernas. Puedo irme a pie sin ningún problema.  Ambas nos miramos con seriedad, intentando ganar sobre la otra, queriendo discutir en voz alta cuando, Tyler, intervino. - Claro, Helena. Yo me encargo. - Lo miré mal mientras, él, sonreía con suficiencia. ¿De aquí a cuándo se tratan con tanta confianza?  Mamá asintió con gratitud, despidiéndose de nosotros, dándome una advertencia de comer bien o estaría en problemas, viéndola entrar a la clínica de nuevo; Tyler me tomó del brazo a los pocos segundos, arrastrándome hacia no sé dónde. Nos detuvo frente a una jeep Rubicón, de co
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Avances.
Desperté debido al sonido estrepitoso de la alarma, apagándola sin perder tiempo alguno al estar consciente. No había podido dormir bien en toda la noche; caí rendida en menos de nada pero mis pensamientos no pensaban dejarme tranquila. Le daban vueltas al mismo asunto de Tyler diciendo que me quiere.Me levanté de la cama, con el sueño carcomiendo mi cuerpo, decidida a darme un baño con agua fría para ver si así reaccionaba de mi letargo. Me deshice de mi ropa y entré a la ducha, dejando que el agua fría corriera sin piedad por mi cálido y adormecido cuerpo. Ahogué leves gritos de agonía por causa del agua pero logré darme un buen baño, después de todo. Al salir, busqué la ropa que me pondría, sintiéndome un poco más despierta: saqué un jean oscuro, una camiseta gris, mis vans negras y una chaquet
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Sorpresas.
Me encontraba plácidamente dormida en mi cama, después de haber pasado una noche de muerte por causa de mi mente. Los mismos sueños con aquel lobo negro seguían apareciendo y, cada vez, me sentía más aterrada que en los anteriores. Anoche soñé que me encontraba, logrando arrancar mi cabeza; lo sé, una locura.Escuché que abrían la puerta de mi habitación, causando que frunciera mi ceño con cierto fastidio, ya que en estos momentos no quería prestar atención a eso, quería seguir durmiendo.- ¡Feliz cumpleaños, Gab! - Escuché el festejo de mi familia dentro de mi habitación y, lo siguiente que sentí, fue al inepto de mi hermano, lanzándome crema en la cara, restregándola con emoción.- ¡Benjamin! - Me senté con rapidez, pasando una m
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Por favor...
Escuché los suaves golpes de mi hermano en mi puerta, pero no me moví. Quería estar sola. No quería ser atormentada, más de lo que ya estaba. - Gabi, lo siento, ¿sí? Sólo lo dije por torpe. No quería hacerte sentir mal. - Un silencio bastante largo le siguió, haciéndome pensar que se había ido pero no fue así. - Gab, por favor. Al menos ábreme y déjame estar ahí, contigo. Me levanté de la cama con cierto desespero, abriendo la puerta, encontrándomelo ahí, interfiriendo en mi camino, pero esquivé su cuerpo, pasando por uno de sus lados, deseando alejarme. Adoro a mi hermano como no tiene idea, pero ahora mismo, quiero estar sola. Necesito estarlo.  - Gab, ¿a dónde vas? - Ignoré su pregunta, bajando las escaleras con rapidez, conocedora de que venía det
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¡Rayos! ¿Y centellas?
Despierto en mi cama, mucho antes de que la alarma suene, sintiéndome fatal. Mi cuerpo duele, mi cabeza explotará en cualquier momento y mi corazón se siente pequeño y estrujado.Giro mi cabeza con suavidad, mirando la hora en el reloj de mi mesita de noche, viendo que marca las cinco de la mañana.Me siento con lentitud en la cama, acomodándome en el borde de esta, mirando a un punto fijo, sin verlo en realidad. Como si aquello fuera la octava maravilla del mundo, o lo que mis ojos quieren, y anhelan, ver en realidad.Niego en silencio, pasando una de mis manos sobre mi rostro, recordando que, las pesadillas con aquel lobo negro, siguen en aumento: anoche soñé que enterraba sus garras en mi pecho, matándome con rapidez y sin piedad. Me estremezco con suavidad al revivir aquel sueño, negando en silencio, intentando alejarlo de mi mente.Leer más