New- York (Presente) Diana abandonó el hotel, envuelta en una marea de confusión, no tenía ganas de ir a la empresa, subió al auto y los recuerdos bombardeaban su cerebro. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, cuando colocó las manos en el volante, estas temblaron, pequeñas gotas de sudor se posaron en su frente, y percibió que le faltaba el aire, entonces descendió del vehículo para inhalar profundo, necesitaba serenarse. Y justo en ese preciso momento su móvil vibró, notó las innumerables llamadas de su esposo, pero la que en ese instante ingresaba era de su abogado. —Señora Maldonado, buenos días —saludó—, me estoy comunicando por saber sí llegó a un acuerdo sobre la separación de bienes con su marido. La mujer inhaló profundo, liberó un suspiro. —No he tenido tiempo de hablar con él sobre eso —declaró—, yo le av
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