New York -Usa (Presente)
Rodrigo revisaba y firmaba unos informes. Sin embargo, su mente se hallaba dispersa, era ya el medio día y su esposa, no llegaba a la empresa, ni se comunicaba con él.
Los teléfonos de la oficina sonaban sin parar, las secretarias corrían de un lugar a otro intentando calmar a los clientes y proveedores que desde el día anterior necesitaban reunirse con Diana.
—¿En dónde estás? ¿Qué está pasando contigo? —monologó siendo preso de la incertidumbre, percibía en su pecho una extraña sensación, no sabía si era miedo, lo cierto es que ese mal presentimiento no lo dejaba tranquilo.
Inspiró profundo y se puso de pie, se acercó a los ventanales de su oficina, contemplando los enormes edifici
Cuenca – Ecuador (Pasado)Días después.Diana subió corriendo las escaleras hasta el tercer piso en donde rentaban un apartamento pequeño, apenas ingresó fue de inmediato a su alcoba.Lanzó sus libros sobre la cama, y enseguida buscó en su ropero un atuendo adecuado para la ocasión.No sabía si escoger el vestido negro de fina pedrería que su abuela con sus ahorros le compró, o el azul que le quedaba entallado a su figura.Se llevó los dedos a los labios, indecisa y luego miró la hora, entonces corrió a la ducha, después de humectar su cuerpo con la crema con aroma de vainilla, deslizó el vestido azul, decidió que el negro era demasiado formal, dejó su larga cabellera suelta, y lo fue cepi
Diana sintió su cuerpo temblar, cerró sus ojos cuando las manos de él deslizaron la cremallera, y sus labios besaron sus hombros, percibió una ola de calor recorrerle las entrañas. Una vez que el vestido cayó al piso Rodrigo escudriñó con su mirada el cuerpo semidesnudo de la bella mujer, su piel era tersa, suave, y desprendía un exquisito aroma a vainilla. Rodrigo la tomó de las manos e instó para que ella lo fuera desnudando. Diana, con los dedos temblorosos fue desabotonando la camisa de él. Al verla tan nerviosa se atrevió a preguntarle. —¿Estás segura? —indagó mientras le retiraba varios mechones de cabello que cubrían su bello rostro. Diana lo miró directo a los ojos. —Por completo... solo que estoy nerviosa… yo jamás he estado así con un hombre —confesó e inclinó su rostro. El corazón de Rodrigo se estreme
New - York (Presente)Rodrigo bajó corriendo de su auto, se dirigió al vehículo de su esposa, golpeó con desespero la puerta del piloto, entonces ella parpadeando aturdida, abrió la compuerta.—¿Estás bien? —indagó Rodrigo escudriñándola con la mirada, revisando que no tuviera golpes.Ella asintió.—Ayudame a salir —solicitó, y luego lo miró. —¿Tú no tienes heridas? —inquirió.—No, alcance a frenar —respondió él, enseguida le quitó el cinturón de seguridad, cogió la mano de ella para ayudarla a descender—, lo lamento, venía distraído.—Yo también —comentó ella.<
Luciano miraba la hora, caminaba impaciente por la suite. La mesa del comedor estaba decorada con velas, flores, había pedido como cena costillas de cerdo al ajillo, sabía que era uno de los platos favoritos de Diana, mantenía el vino en la hielera. Enseguida colocó música para que el ambiente fuera más romántico. «Alevosía by Luis Eduardo Aute» empezó a sonar. **** Diana aparcó el auto en el estacionamiento del hotel. Se quedó en el vehículo, pensativa, le dolía el alma y lo único que podía alegrarla era ver las fotos de su abuela. Retocó su maquillaje y abandonó su carro, enseguida tomó el ascensor y subió a la suite. Dudó en golpear la madera de la puerta, pero al final lo hizo. Luciano apareció enfundado en unos vaqueros índigos, la camisa gris la llevaba por encima de los pantalones,
Diana salió exaltada del hotel, gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, presionó sus ojos, y sintió náuseas, se sentía asqueada, sucia, indigna, enseguida encendió el auto y emprendió marcha rumbo a su casa. Por su mente, como una especie de película pasaba la nefasta cadena de acontecimientos que la llevaron a ese momento de debilidad. Al llegar a su urbanización notó las luces encendidas, algo que no podía explicar le laceró el pecho, y percibió hastío de ella misma. No tenía el valor para bajar del coche, y mirar a los ojos a su esposo, a su hija, entonces con las piernas temblorosas salió del auto. Agudizó la vista y se dio cuenta de que las lámparas del gran salón de la casa de su vecina estaban prendidas. Limpió su rostro con un pañuelo, frotó sus brazos, percibía su cuerpo helado y se encaminó a casa de Florence. Tocó el timbre, respiró profundo, mientr
Cuenca-Ecuador (Pasado)La familia de Rodrigo no veía con buenos ojos esa relación. Por insistencia de Diana, acudieron a casa de los padres de él, y le presentó a su mamá. la señora tampoco vio con buenos ojos aquella relación, pensaba que la novia de su hijo era una oportunista y que estaba sonsacando a su hijo.Diana de inmediato sintió que no era bienvenida en esa casa y menos cuando conoció a Mariana, la novia de Roberto, el primo de Rodrigo, aquella mujer observó a la joven de pies a cabeza, le dijo algo al oído a su novio, cosa que era de mala educación y que molestó mucho a la joven.El ambiente en la casa de Rodrigo, se puso abrumador, puesto que al primo de él y a pesar de estar comprometido con Mariana, le gustaba Diana, desde que fueron compañeros de colegio, pero el
New- York- Usa (Presente) Diana abrió sus ojos encontrándose únicamente con la penumbra y la soledad que envolvían su habitación. Recordó que Rodrigo, se había quedado a su lado antes que ella se durmiera, pero era lógico que al despertar su esposo, ya no estuviera junto a ella. Se puso de pie, hace mucho tiempo que no vestía informal, así que buscó en su amplio guardarropa unos jeans, una camiseta, dejó su cabello suelto y salió en busca de su hija. Fue hasta la habitación de Isabella, pero no encontró a su niña, entonces bajó las escaleras fue ahí que escuchó las risas de la pequeña jugando con su padre. La culpa de nuevo golpeó su mente y su corazón, sus ojos verdes se cristalizaron de inmediato, no tenía valor para enfrentar a su esposo y su niña después de lo sucedido con Luciano la noche anterior. Mientras Rodrigo, jugaba a la pelota con Isabella, ella
A la mañana siguiente Rodrigo despertó algo tarde, no había podido conciliar el sueño, enseguida se alistó a prisa, cuando bajó a desayunar Diana, y su niña ya estaban listas para ir a la escuela. Se acercó a su hija y la saludó con un beso en la mejilla, luego se aproximó a Diana, hizo lo mismo. La mujer sintió un corrientazo recorrer su piel, al instante que la barba de su esposo, le provocó cosquillas. —Tenemos que hablar —susurró Rodrigo a su oído. Al momento que ella escuchó eso sintió que la sangre le bajaba a los pies, palideció, inspiró profundo. —Lo sé —carraspeó—, pero tiene que ser más tarde, hoy voy a dejar a Isabela, en la escuela, después iré al club y estaré en la empresa a las diez de la mañana y ahí hablaremos —pronunció Diana con la voz temblorosa. —Antes de que te vayas, debo informarte que