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Todos los capítulos de Esposa por favor: Capítulo 11 - Capítulo 20
48 chapters
¡Mamá!
El jueves dormí hasta tarde, hasta que me empezó a sonar el teléfono. Restregué la cara por la almohada y abrí un ojo mirando al reloj que colgaba de la pared junto a la ventana. Eran las tres de la tarde y alargué la mano hasta coger mi teléfono de la mesilla, tiré de él y el cargador se desenchufó de la pared, lo saqué y acepté la llamada aún adormilada. —¿Diga? —murmuré con la voz un poco ronca. Se escuchaba una respiración agitada, demasiado, y me dio un escalofrío, ¿era el inicio de una película de terror? Creo que fue peor, hubiera preferido a un tipo enmascarado amenazándome. —Cariño... Pateé la fina sábana de mi cuerpo y me senté contra el cabecero, cerciorándome de que era real y no un sueño. ¡Una semana después se dignaba a aparecer! —¿Cuál es tu puto problema, mamá? ¿Estás jodidamente loca o qué coño te pasa? Respiró más agitada y escuché el traqueteo del vidrio. Hice cálculos mentales, allí debía ser de madrugada, pasadas las dos. No podía llamarme a esa hora par
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Problemas, amigas y ¿madre?
El viernes volví a llegar a la empresa en autobús, esa vez a tiempo y en cuanto atravesé las puertas giratorias, Monique, una de las chicas de recepción, me llamó. Me esperé cualquier cosa sobre Enzo. —Te acaba de llegar un envío, está en tu puesto de trabajo —me dijo y me guiñó el ojo. Fruncí el ceño. ¿Algo? ¿A mí? Pensé que seguramente sería algo de Enzo, algo que necesitaría colocar o algo relacionado con su cambio de muebles en el despacho. Subí inquieta, presintiendo que la realidad no era nada de eso. Subí algo impaciente en el ascensor y me paralicé cuando vi el ramo de flores sobre mi mostrador. Algo se me removió por dentro, una pequeña parte de mi fantaseó con que fueran de mi jefe. Me acerqué a pasos pequeños y cogí la tarjeta que había sobre ellas. "Siento ser un capullo. Asistiré a rehab y esta es la única forma de decírtelo. Te quiero y espero que podamos arreglar las cosas." Suspiré y hundí la cabeza entre las manos. A veces me seguía recordando al Evan del que
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Sentimientos y dolores...
Otro día de trabajo, volví a lo mismo, a correr de un lado a otro y llegué a la empresa algo apurada por perder el autobús. Me lancé a sentarme en mi taburete tras el mostrador. Una semana de vuelta a la rutina y me di cuenta de que Enzo no contrató a otra secretaria y que no era necesario, no tenía tanto lío y yo sola pude hacer en una tarde lo necesario. Era miércoles de nuevo y sólo deseaba que llegara el fin de semana para tener dos días sin tener que evitar a Evan y podría seguir buscando soluciones a todo, además, me llegaba la paga del mes ya dentro de poco y podría devolver algo más de dinero, antes de que decidieran empezar a cobrarme intereses por deber. —Has llegado tarde. Levanté la cabeza sobre el escritorio y me pasé el pelo por detrás de las orejas. Cerré la taquilla bajo el mostrador con el pie y cogí aire. —Ya, ¿tú sabías que al autobusista le da igual que corras para coger el autobús? —Conductor de autobuses —dijo. Junté las cejas. —¿Qué? Enzo me miró y se
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Jefe obsesionado
Me desperté en el hospital de madrugada, casi cuando ya se hacía de día y lo primero en lo que pensé fue en el dinero que encima tendría que pagar por ello. Tuve un desmayo común por estrés y ansiedad y la única recomendación médica aparte de relajarme un poco fue que me tomara unas pastillas porque, además, desarrollaba anemia, algo bastante común. Me dejaron un par de horas en inspección porque seguía muy pálida y estuve a punto de decirles que era por mi nacionalidad, pero sí, estába pálida y me resigné a mirar el techo mientras escuchaba parlotear a una mujer mayor que había tumbada en la cama al otro lado de la pequeña habitación. —Te trajo un señor —me contó con ese tembleque de señora mayor—. Se fue por la noche muy tarde cuando te trajeron a la habitación, se parecía a mi difunto marido. Encima me tocó escuchar los delirios de una mujer anciana. Había pasado toda la noche allí y me habían sacado sangre para unos análisis rápidos a los que esperé hasta las cuatro de la tar
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En la cama por pasión
Se sentó en el borde de la cama amasándome el culo hundiendo sus dedos en mi piel. Empecé a tirar de su camisa, quitándole los botones con una destreza que me sorprendió a mi misma. Me movió las caderas al rítmo que él quería sobre su regazo, sintiendo más y más como el bulto bajo sus pantalones rozaba con mi entrepierna sobre la ropa. Solté un jadeo en su boca llegando a los últimos botones de su camisa que se encondían por la camisa de sus pantalones; tiré de ellos y logré desabrocharle la camisa. Me moría por alejarme y descubrir si tenía esos músculos que tanto se estaban notando bajo mis dedos, se notaba que tenía abdominales marcados tal vez no cómo si hiciera ejercicio todos los días pero estaba musculado y ya me estaba calentando demasiado. Ardía por verle pero no quise romper el beso, por suerte él lo hizo. Agarró el dobladillo de mi camiseta y me besó con mucha más fuerza, juntando su lengua con la mía antes de alejarse apenas unos centímetr
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La mansión
Yo me cubrí con la sábana arrugada y él se levantó de la cama tirando el preservato y colocándose los calzoncillos de nuevo. No volvió a la cama, abrió los cajones del armario y me tiró un conjunto de ropa interior que ni conjuntaba. Me lo puse y cuando me estaba abrochando el sujetador a toda prisa para quitarle mi ropa de entre las manos, llamaron a la puerta con los nudillos. Me levanté consiguiendo encajarme el enganche y joder, ¡me acababa de acostar con Enzo! Me agaché para coger una vieja camiseta de manga corta que se había salido de mi maleta y me la puse estirándola hasta medio muslo. —¿Qué coño haces? —me preguntó sujetando uno de mis sujetadores en la mano. —Abrir, han llamado —me estiré y le quité mi prenda de la mano—. Y deja de toquetear mis cosas. —Te acabo de follar, no me hables de tocar tus cosas. Puse los ojos en blanco y arrastré los pies pasando sobre la ropa tirada del suelo hasta la puerta. Tiré del pomo y el hombre tras la puerta me dio un repaso desc
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Confianza y soluciones
La planta baja era lo esperable: una cocina inmensa, un salón inmenso con una barra de bar y mucho alcohol, y hasta el baño era inmenso. No me soltó la mano en ningún momento, ni cuando me paseó por las habitaciones del segundo piso y sus baños privados. Giramos en un par de esquinas, muchas habitaciones eran para guardar cosas y estaban vacías, muy simples, pero de la nada y al girar en una esquina muy privada, empujó una puerta blanca y la habitación era más grande que las otras, la cama tenía unas sábanas grises muy bien extendidas y las paredes eran grises oscuras dándo un tono más acogedor a la estancia. Supe enseguida que era su habitación porque tenía ese olor suyo. Y la cama era demasiado grande, como tres de matrimonio juntas. —No me quejo si prefieres quedarte en esta habitación —comentó. —Tampoco te pases. Soltó un bufido camuflando una risa y sonreí siguiéndole hasta la habitación más cercana a la suya. Mis cosas estaban allí y tenía un escritorio, la cama seguía siend
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La mansión 2.0
Me desperté a las seis de la mañana para tener tiempo de todo. Según G****e Maps la universidad quedaba a casi cincuenta minutos de mi ubicación y tenía mi primera clase a las nueve. Me di una ducha rápida y aprovechando el buen tiempo de esa mañana y el sol que se colaba por la por la enorme ventana del cuarto, decicí ponerme un vestido primaveral. Me lo subí por las piernas y la tela ajustada verde se hizo a mis simples curvas y el escote me apretó el pecho sin sujetador. Por si el tiempo variaba al pasar el día, me coloqué una chaqueta vaquera y fui dando saltos por la habitación para meterme en mis zapatillas casuales mientras metía mis libros del día en la mochila de clase. Cuando lo tuve todo listo y me hube arreglado la cara y el pelo, abrí la puerta de la habitación y me asomé caminando casi de puntillas hacia las escaleras. > No se escuchaba nada, todavía no había gente trabajando ni en la cocina ni en ninguna parte. La casa se sintió muy sola de repente y no s
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Jugando cómo adultos
Me desperté demasiado tarde porque esa cama me abrazaba demasiado bien. Estaba completamente sola y correteé por toda la casa en pijama y descalza. Cuando bajé a la cocina para hacerme un simple café, encontré una nota escrita a mano en el centro de la isla, tuve que trepar para llegar a cogerla y conocía poco la letra de Enzo, todo era digitalizado, pero tenía una letra cursiva y algo chapuza, aún así leí: Si no te arreglas con la cafetera hay café frío en la nevera. Lo entendí en cuanto me acerqué a la máquina, tenía tantos botones que decidí no tocarla más y me cogí uno de los cafés fríos de la nevera. Tampoco había visto nunca una nevera tan llena con tantas cosas. Y era alta, y los cafés estaban arriba, pero había uno sólo en una de las baldas más bajas. Sonreí y me lo fui bebiendo mientras paseaba por la casa sintiéndome dueña de algo así por unas horas. Encontré una puerta medio secreta tras las escaleras y cuando la abrí se alumbraron otras escaleras hacia abajo. Pisé lentame
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Pasado y confesiones
El sábado fue un día tranquilo y durante el desayuno Enzo me preguntó por el dinero. —Me lo he quitado ya de encima, por lo menos lo de Rusia. —¿Y tu madre? —No quiero saber nada de ella. Tuve la necesidad de preguntarle a él por su vida privada, no sabía nada sobre él y desde que se me cruzaron las ganas por conocerle más, eso rondó mi cabeza sin parar. Convivir con Enzo era un lujo, sobre todo después de haber pasado por Evan. Era un hombre tranquilo, no dejaba cosas por medio, ni me gritaba. Pasamos todo el día juntos, no salimos de la mansión y aún cuando cuando le dije que tenía que hacer tareas de la universidad, nos sentamos en una mesa del jardín y se pasó horas mirándome y se interesó por lo que hacía. Nadie hacía eso por mi. —¿No tienes otra cosa mejor que hacer? —le pregunté. Me estiré hasta uno de mis rotuladores de colores y sentí su mano tirarme del pelo al que llevaba tiempo dándole vueltas entre sus dedos. —No —admitió. Seguí repasando mis apuntes. —¿Ech
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