—¡¿Estás de broma?! — exclamó el mayor notoriamente ofendido mientras llevaba su mano a la frente. Vanessa no pudo contener su risa, pero en definitiva le dejaría ese nombre. —Marce, ya tengo un Ganso llamado Paolo, ahora un ternerito llamado Marcelo, ahora dime: ¿Cuál es el lío en el que nombre a mis hijos? — sonrió ladina —¿Acaso no son nombres? — se acercó al mayor, cambió su mirada a una de falsa confusión. Amaba molestar a los gemelos cada que podía y ahora, tenía la oportunidad perfecta, una que no dejaría pasar por alto. —Lo son, pero ¿Por qué ponerle mi nombre? — hizo un pequeño berrinche, dejó caer sus brazos a los lados y los sacudió un poco frustrado. —Sé que mi nombre es muy lindo y te gusta decirlo a cada hora, pero, ¿por qué a un ternerito? — se señaló sacudiendo de un lado a otro la cabeza. —Porque estoy esperando conseguir un papagayo y ponerle por nombre Kennedy— sonrió mostrando con amplitud sus dientes. —¡Oye! Soy mayor que tú, por
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