—Veena. Me agito un poco, pero no abro los ojos. Estoy demasiado cómoda para despertar, quiero quedarme en el calor de mi cama y dormir todo el día. —Despierta —vuelve a susurrar en mi oído—. Vamos, Veena, despierta. Me doy la vuelta y tanteo la cama en busca de mi almohada favorita, sin embargo, mis dedos acarician algo suave y cálido, retiro la mano enseguida y arrugo la frente, un tanto confusa. Una suave risa varonil estalla justo a mi lado. —¿Acostumbras manosear sin siquiera avisar? —inquiere y yo abro los ojos de golpe. Gian está acostado junto a mí, de hecho, me tiene abrazada de la cintura y nuestras piernas están enredadas con las sábanas. No hace falta que baje la vista para saber que estamos desnudos, puedo sentir cada parte de él en contacto con cada parte mía. Cierro los ojos de nuevo, recordando lo sucedido anoche, incluida la parte donde yo le ruego hacerme el amor. He hecho a un lado mi orgullo y aceptado que me gusta, pero, ¿por qué demonios le pedí algo
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