Pasamos el fin de semana en Santorini, lugar donde, según Lucas, nació una nueva Ana y surgió realmente nuestra relación. Además, quería darle la sorpresa que seríamos padres a Diana, esa mujer de hierro a la que quería como a una madre. Cuando regresamos a Houston, fuimos a la consulta de la nueva doctora de Lucas y las noticias eran alentadoras. Estaba respondiendo de manera positiva al tratamiento y, a partir de la semana dieciséis de gestación, me harían las pruebas necesarias para que, al poco tiempo de nacido nuestro hijo, pudieran hacerle el trasplante que necesitaba.—Doctora, esas pruebas que le practicarán a mi esposa, ¿no dañarán al bebé? —indagó preocupado Lucas.—En absoluto, señor Marshall —afirmó con muchísima seguridad—. Las pruebas que le practicaremos no son invasivas, lo que signific
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