ApoloMarco, descargó su arma contra mí, por lo que no tuve otra opción que tirarme al piso y rodar evadiendo los disparos, para llegar a la puerta del pequeño tocador que se encontraba en la habitación. Me metí dentro, colocándole el pestillo como una forma de retrasar lo inevitable, que era que ambos entrasen tarde o temprano, hechos una completa furia, cansados de juegos.Di una mirada rápida, la ventana que daba al exterior era muy pequeña como para colarme por ella, no se había colocado ninguna puerta secreta, por lo que la única opción que tenía era atravesar la puerta que estaban a punto de derribar los hermanos AbruzoNi siquiera tuve tiempo de acomodar mis pensamientos, cuando uno de ellos arremetió a patadas con la puerta.—¡Sal de allí, ahora mismo, hijo de put@! —Gritó Otto, completamente fuera de control.Recordé las granadas de humo que guardaba en la canana, si esperaba que derribasen la puerta y lanzaba la granada, era posible que tuviese una oportunidad. El humo y la
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