—Sam… duerme conmigo esta noche.Esas cinco palabras iban en contra de todo lo que Vlad pensaba, en contra de lo que consideraba correcto, pero eran lo que sentía. Ya no podía luchar contra ese corazón que golpeaba con fuerza en su pecho.—No puedo hacer eso —dijo Sam—. Ya no soy su sirvienta y ese era el único vínculo que nos unía, yo jamás lo olvidé ¿Acaso usted sí?Vlad le soltó el brazo y ella pudo levantarse.—Sam, te necesito. —Se levantó también.—Pero yo no soy médico, no puedo ayudarlo con su jaqueca.Vlad volvió a aferrarla, ella lo frenó con las manos en el pecho. Su cuerpo irradiaba mucho calor, estaba ardiendo.—Sam, necesito dormir, sólo eso… duerme conmigo.—No tengo ninguna razón para hacer eso, entienda. Puedo darle un masaje, eso lo relajará, pero tendrá que pagarme, yo no trabajo gratis.—Bien, lo que se
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