LIV Latidos de tambor

Era la quinta ronda de cervezas en el bar. Los ojos de Evan ya se iban poniendo adormilados.

—Necesito algo más fuerte —dijo Sam, pidiendo una ronda de whisky.

Estaba fresca como lechuga. 

—Eres una chica que sabe beber —dijo Evan, arrastrando la lengua.

Cada vez que él se distraía, Sam vaciaba su vaso en la maceta que había tras ella. Por fortuna lo que crecía allí era una planta de plástico. Un crimen sin víctima. En cuanto a Evan, no podía decir que él fuera una víctima, ella no lo estaba forzando a beber y él se estaba riendo bastante.

—Lamento lo de antes. No quise decir que usted y el amo Vlad no eran amigos. Yo sé que, en el fondo, él lo quiere mucho.

Muy, muy en el fondo.

—Claro que sí… Vlad es mi hermano ¿Entiendes eso?... Es mi hermano de alma —dijo, aferrándose el pecho—. Por eso no podía dejar que te besuquearas con cualquiera, tú… tú debes besuquearte sólo con Vlad… —Empinó el codo, vaciando su vaso. Pidió otro.

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