Lukyan solo pudo negar. Le había demostrado más de una vez que en nada se parecía ni a Sylas ni a ningún lobo que hubiera conocido antes. Él sonrió y dejó un beso sobre su nariz antes de volver hacia sus labios. -Permíteme tocarte, no iremos más allá si tú no lo deseas, déjame enseñarte los secretos de tu maravilloso cuerpo- La respiración de él apenas de oía. Su mente trabajando en varios sentidos sin saber si ceder o no. Si lo hacía, como lo había hecho la primera vez, podía volver a caer en aquel círculo vicioso que casi lo destruye. Aun si su interior le decía que Dante no era de esa forma, confiar tan rápido no era algo que se podía lograr después de todo por lo que había pasado. Al ver la incertidumbre en sus ojos, el alfa le agarró de ambas muñecas. -Ven- le hizo rodear su cuello con los brazos quedando casi de puntillas teniendo que calzarlo en una raíz, cosa que le dio gracia. Era pequeño y delgado, pero por alguna razón sentía que ese delicado cuerpo podría darle todo lo
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