Observo cómo aparentemente todo parece perfecto. Desayunan dispuestos alrededor de la mesa, entre conversaciones y carcajadas. Qué pena que sea solo una ilusión. Son dementes. Vicenzo afirma quererme, pero se comporta como el hombre sin corazón que es. Un hombre que te quiere no se comportaría en ese modo, nunca te pondría las manos encima. Por mucho que sienta algo muy fuerte por él, no me dejaré engañar. Sigo desayunando en silencio. No he hablado mucho en estos días. He observado, escuchado y razonado. Por su parte, no ha sido de muchas palabras, como si quisiera distanciarse. No me mira, no me sonríe. Se comporta como si yo no existiera. Qué coraje, encima cree que tiene derecho a adoptar una actitud similar. —Nos vemos a la hora de comer. —Declara levantándose. Se coloca la chaqueta con la mirada puesta en mí confiando en que di
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