Por fin soy libre. Enseguida podré llamar a mi padre y retomar mi vida. Sueño con esto desde hace mucho tiempo, me parce increíble que esté a punto de hacerse realidad. Cuando vuelva a casa iré a la policía y lo contaré todo. Vicenzo Barone tiene que pagar por todo lo que ha hecho. Si bien siento algo por él, no soy capaz de llevar esta vida. Él nunca me respetará, pretenderá que yo haga lo que él quiere.
No puedo permitirle una cosa así. Mientras sueño con la vuelta a casa, la puerta se abre. Me vuelvo ilusionada y es entonces cuando me quedo de piedra. Mi corazón ha dejado de latir. Mi peor pesadilla se encuentra ante mí. Su mirada feroz lo dice todo.
—¡Tú! —Vocea apuntándome con el dedo.
—Te has burlado de mí. Todas esas gilipolleces que me has hecho creer…
—Entre nosotros solo hay atracción, no amor. —Respondo poco convencida. Lo sé que no es solo atracción, pero tengo miedo de reconocer que existe entre nosotros un amor tan retorcido y enfermizo. Con una mano me paraliza y con la otra me acaricia dulcemente el rostro.—La atracción no te hace enloquecer quitándote la respiración. No te desvela por la noche para contemplar a la dulce criatura que tienes junto a ti, no te hace desear apartarte del resto del mundo y cambiar para estar a su lado… — Susurra mientras nuestras miradas se encuentran. Lo observo incapaz de responder. Tiene razón. Con el pulgar me acaricia los labios y yo contengo la respiración. Quiere besarme, arrastrarme nuevamente al olvido.Peligro. Sigo sus movimientos y permanezco a la espera. Lo hará, quiero que lo haga. Sus labios se acercan a los míos, los roza, muerde el labi
—Esta noche tengo asuntos que atender en uno de mis locales y tú vienes conmigo. —Comunica durante la cena. Últimamente no confía en mí, ni siquiera cuando estamos solos. Había dicho que no saldría de aquí y que no me vería a nadie. No tiene sentido. Algo me dice que no es casual, quiere que vaya por algún preciso momento. Repentinamente adquiere una expresión amable y eso quiere decir que algo se le ha ocurrido, me hará daño.Llevo el vestido rojo que Vicenzo me ha dejado en la habitación. Es simple, con las mangas de encaje, largo hasta las rodillas. El idiota me ha dejado también un par de zapatos rubio de tacón y un bolso de mano de satén rubio. Soplo como una gata un mechón rebelde y me observo en el espejo.¿Qué puedo decir? Por lo que parece sabe lo que me queda bien. Salgo de la habitaci&oac
—¡Estamos en Rusia, hace un frío terrible y se ve que me estoy congelando! — Respondo rápidamente llena de rabia. —¡Deja de actuar así, no tienes ni el más mínimo respeto por mí!—¿Tú quieres que te respete?, ¡dime que no lo has dicho! —Comento riendo con tristeza. Su cerebro se ha evaporado, eso seguro. ¿Cómo puede pretender respeto después de todo lo que ha hecho? Digo yo, me ha secuestrado, me ha tratado de la peor manera posible, ¿y exige respeto? El coche frena bruscamente y salgo disparada hacia adelante. Por suerte las manos se apoyan en el salpicadero atenuando de esta manera el golpe.—¡Debes respetarme! Me agarra por los brazos y me zarandea mientras nos miramos a los ojos. Su rostro está enrojecido y tiene los ojos fuera de las órbitas. Tiene la frente sudada y jadea.
Desconcertada y confusa, intento abrir los ojos lentamente. ¿Qué diantres ha pasado? Solo recuerdo que no me encontraba bien. Ahora me encuentro en la habitación, no estoy sola. En el sillón que está junto a la ventana se encuentra Vicenzo, con las manos apoyadas en las rodillas mirando el vacío.Mirándolo así, parece innocuo y adorable hasta cierto punto. ¡Oh, vamos! No puedo haber pensado eso. Debería odiarlo, no encontrarlo adorable. No me muevo, solo quiero que se dé cuenta de que lo estoy observando. Quiero disfrutar un poco más de este Vicenzo indefenso y carente de frialdad.Observo ese rostro cansado y preocupado. Su mirada está triste, no tiene ese extraño resplandor que he podido comprobar solo en nuestros momentos de paz. Entrecruza los dedos y suspira. Parece frustrado, quién sabe si será por mí. Solo le importa &
Dejo caer la toalla al suelo y me observo en el espejo. De perfil el abultamiento comienza a notarse. Han pasado dos meses desde el descubrimiento que ha cambiado todo. Se puede decir que ahora he aceptado la situación, no tengo mucha elección. La idea de tener un niño me asusta. Aun así, pienso que es una bendición.Una vida crece en mi interior. Acaricio la barriga con ambas manos y sonrío. Nunca habría imaginado un cambio tan radical, y sin embargo, ha tenido lugar. Sigo todavía pensando que ha tramado todo esto, aunque continúa negándolo. El cambio no solo me ha afectado a mí, sino a ambos… Él ha cambiado para mejor. Ya no adopta esa expresión penetrante y no trata de mandarme. Es cariñoso y atento, se preocupa siempre y cada pequeña queja para él equivale a una catástrofe.La semana pasada me visitó el m&e
Hoy me he despertado con extraños caprichos y me siento más descarada de lo habitual. Me he levantado de buen humor, me he tomado un desayunado completo con Vicenzo y luego se ha marchado. Me aburro sin hacer nada y, visto que por la comodidad de todos he aceptado la situación, querría pasar mis días de manera diferente. Mientras pensaba en lo vacíos que son mis días se me ha ocurrido preparar una sorpresa a Vicenzo. He pedido a uno de sus hombres si podía llamar a Sahara. Ella es la única que tiene contacto con el mundo exterior, espero que pueda ayudarme.Desde que estoy embarazada él está más relajado. Por la noche pasa horas y horas contemplándome, acariciándome mi barriga. Si por desgracia por la noche me levanto, ya que debido a mi estado tengo que ir a menudo al baño, él se levanta de golpe y pregunta fatídicamente: ¿estás b
La abro y encuentro un reloj: el regalo para Vicenzo. Estoy muy agradecida a Sahara por haber pensado en esto, mañana le daré las gracias. Poso la caja en el comodín y después tomo las velas. Las posiciono aleatoriamente por la habitación, después tomo el conjunto, me desnudo y me lo pongo. La talla es adecuada y la barriga ni se nota. Me miro al espejo y me entran ganas de reír. Nunca habría pensado hacer algo así por un hombre.—¡Adrienna! Oh no, se ha acabado el tiempo. Corro como una loca por la habitación encendiendo las velas, y finalmente, tomo las bolsas y las escondo dentro del armario. Ya estoy lista. Al final me acuerdo de que me falta algo: la bata de satén a juego. Maldición. Apresuradamente voy hacia el armario y la tomo mientras la manilla de la puerta se mueve.—Adrienna, ¿por qué la puerta está cerrada c
Un ligero soplido llega a mi rostro, no puedo evitar sonreír. Abro los ojos y veo lo más bonito que he visto nunca: Vicenzo.—¡Buenos días, princesa! —Susurra con voz ronca. Permanezco contemplándolo durante algunos minutos y pienso que por la mañana es todavía más apuesto. Tiene el cabello despeinado y los mechones rebeldes le llegan hasta sus hermosos ojos azules.—¡Buenos días a ti también! —Respondo con un hilo de voz, mientras mi mano acaricia su rostro. Cierra los ojos y se deja abrazar, mientras su mano se posa en mi vientre y lo acaricia. Quisiera besarlo con pasión. Como si me hubiera leído el pensamiento, se acerca y yo me aparto velozmente.—¿Me estás rechazando? —Pregunta frunciendo el ceño. Es adorable, no puedo negarlo.—Voy primero a la