Poco a poco, Matilde se fue adaptando a su nueva vida en la casa de los Alcázar.Era la primera vez en su vida que tenía lo que podía llamarse unas vacaciones, y eso al principio, la descolocó. Ni bien llegó a la casa, acompañada por Máximo y su padre, fue corriendo a la cocina a abrazar a su amiga Rosita, quien gritó de alegría al verla. Inmediatamente, le pidió que le prestara un delantal para ayudarla con los quehaceres. Pero antes de que Rosita pudiera responder, Máximo la cortó en seco: ella estaba en esa casa como huésped, no como criada. “Rosita, le prohíbo que acepte cualquier tipo de ayuda de la señorita Ferreira y que se esfuerce por atenderla como a cualquier visita que llega a esta casa. Matilde, ya escuchó: si no quiere comprometer a su amiga, más le vale dejarse servir por ella. Y si la llego a ver lavando un plato o una taza o levantando
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