Tomo la cebolla y la corto en cubos, seguido de la zanahoria que va en rodajas, la cocina está en silencio salvo el choque del cuchillo con la tabla de madera, no hay nadie más acompañándome, estoy completamente sola en la inmensidad de esta cocina, se siente extraño volver a este lugar, muchos recuerdos me rodean y solo tengo que concentrarme en lo que estoy haciendo. Ya he hecho esta receta en muchas ocasiones, me la sé de memoria, solo tengo que dejar deslizar mis manos por todos los ingredientes. Mi padre, debo concentrarme en su recuerdo y en los años que pasó cocinando en este lugar, mi pequeño Martín, le hubiese gustado conocerlo, me diría que es el abuelo más feliz de todo el mundo, cocinaría para él miles de recetas que también cocinó para mí, tal vez si hubiese vivido más tiempo le hubiese enseñado a cocinar, como lo hizo conmigo. Pongo una a una la codorniz en la sartén después de condimentarlas y las sofrío por todos lados, las saco del sartén y las dejo
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