— ¿Por qué no somos nada? — pregunta Olivia, el dolor se le nota en el rostro, la lluvia oculta sus lágrimas, pero no de mí. Su cabello castaño se va mojando de a poco. Lo que he vivido con ella estos días ha sido maravilloso, podría amar fácilmente a esta mujer. El callejón está oscuro y desolado, por lo general uno siempre ve uno que otro trabajador fumando fuera a estas horas, pero con tremendo chubasco nadie es capaz de salir.— No, no somos nada — le digo, e intento ocultar como puedo mis sentimientos y todo lo que me produce decirle esas palabras, me duele que tenga la razón, que intuya algo, que lo que sale de su boca es verdad, Isabel es mi prometida, será mi futura esposa, pero cómo le explico eso a ella, cómo podría entenderlo. ¿Cómo decirle que me voy a casar por el maldito dinero? Lo mejor es retirarme de su lado, de su vida, aunque le cause algo de dolor en este momento, pero a futuro no la lastimaré más. No la querré más, no querré atarla a mí lado.
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