Camila comenzó a despertar poco a poco y la luz se coló por sus palpados acostumbrados a la oscuridad. Cuando enfocó la mirada se encontró con los ojos llenos de lágrimas de su madre, la cara de alivio de su padre, la sonrisa en los labios de Luka y Gina, y la cara de preocupación de Adrián, que aún llevaba la camisa manchada de sangre.—Mi vida, ¿Cómo te sientes? —preguntó su madre sujetándola de una mano.—Como si me hubieran disparado —balbuceó. Estaba mareada por los efectos de la anestesia.—Hija, nos alegra que estés bien —continuó Alonzo, su padre.—¿Lo estoy, Adrián? ¿Estoy bien? —le preguntó ella mirando su pierna vendada e inmovilizada con una férula.—Camila —se acercó—, por fortuna la bala no tocó el hueso;
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