No fui a trabajar aquel día, pues era sábado, y a pesar de que el restaurante abría, en mi contrato estipulaba que tendría dos días libres a la semana, sábado y domingo, así que… me tocaba quedarme en casa, a pesar de eso, no lo hice, no podía quedarme en casa a pensar.Caminé durante largo rato, por los alrededores, hasta que llegué al bar de Pablo, sin apenas darme cuenta de ello. Era algo normal, acabar allí, en el único lugar donde solía sentirme a salvo.Ey – me llamó Pablo, a mi lado, justo al verme entrar por la puerta, dejando lo que estaba haciendo (secar los vasos que sacaba del lavavajillas) - ¿qué pasa? – preguntó al observar mis ojeras marcadas y mi desmejorado aspecto. Negué con la cabeza, con lágrimas en los ojos, en señal de que no quería hablar de ello, y él asin
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