–¡Dios mío, qué bueno está esto! –Batuqueó las caderas al ritmo de Corona y su Rhythm of the night–. No conocía esta canción.–¡¿No conocías esa canción?! –Quien había dicho eso, miró hacia abajo y vio que la mujer no estaba haciendo su trabajo–. ¡Vamos pues! Dale rápido.–Es que no puedo hacerlo rápido, Carlos, te calmas.–¿Qué me calme? ¡¿Qué me calme?! Mira la hora que es, Dina.Ella soltó una risa.–Culpa total de Romer, que no te llamó temprano.–Cada vez que viaja... Hace que los demás parezcamos impuntuales, siempre llega a tiempo.–Es que… , eres un impuntual, Carlos.–Cállate. Dame un poco.Dina esnifó algo sobre la encimera del baño. Luego acercó su boca a la de Carlos para darle, con su lengua, un poco de lo que había pedido.–¿Te gusta? –preguntó la fémina.–Sí. ¿Dónde la compraste?–Del mismo lugar de siempre –informó Dina, encogiéndose de hombros.–Sí, claro. ¡Hey! ¿Vas a terminar de hacerme
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