Aquella mañana era diferente a cualquier otra, no sólo porque yo no solía beber, ni salir de fiesta, y tenía un ligero mareo constante, unas grandes ganas de echar hasta el hígado por la boca, ni siquiera era el hecho de que aún estaba acostada en mi habitación, que, por supuesto llegaría tarde al trabajo, había otra cosa que la hacía muy diferente a cualquier otra, era la primera vez que escuchaba aquella paz, y no el bullicio de la avenida.No había ni un solo sonido que inundase la calma de la mañana, solo los pájaros presenciando un nuevo día, y una lejana fuente, a lo lejos.Abrí los ojos, con resaca, sintiendo el leve ronroneo de un pequeño gato que se acurrucaba en mi pecho.¡Dios! No podía recordar nada de anoche, después de la exposición me había dejado envolver por las ideas de Colette, y hab&ia
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