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Todos los capítulos de Las Mentiras de Oliver Bloom: Capítulo 1 - Capítulo 10
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Capítulo 1 – La enfermedad del abuelo.
  Todo era un caos en la mansión Bloom, las criadas entraban y salían de la habitación del patriarca, del miembro más anciano de aquella extraña familia, a la que en aquel entonces también pertenecíamos, mi hermano y yo.Voces e insultos provenían de aquella estancia, mientras iban y venían el resto de miembros de la mansión: la señora Martina entró la primera, y también fue la primera en salir, era obvio que la relación con su padre nunca fue buena, y en aquel estado en el que se encontraba el hombre, con aquella demencia senil ganándole la batalla, era imposible hacerle entrar en razón sobre cualquier cosa. Los únicos que parecían tener un don especial con aquel hombre, eran sus nietos, Carolina y Oliver, que entraron justo después de su madre, y ellos sí que se llevaron bastante tiempo en el interior, charland
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Capítulo 2 – Las locas ideas de Carolina.
  Estábamos en el estudio, todos reunidos, la familia, esperando a que el abogado del señor Bloom leyese el testamento, justo como él lo había predispuesto, dos semanas después de su extraña petición, aquella que nunca llegó a contarme del todo.Carolina agarraba a mi hermano de la cintura, dejando caer la cabeza sobre su hombro izquierdo, afligida por la pérdida de un ser querido, pues a pesar de que no estaba muerto, el abuelo había perdido totalmente la cordura, y ya no podía recordar a ninguno de los allí presentes.Junto a ella, sentado en su silla, con una mirada indescriptible, estaba él Oliver Bloom, mirando hacia la nada, con los dientes apretados, como si hubiese algo que le estuviese molestando.Le observé durante unos minutos más, fijándome en cada detalle de su rostro. Su cabello alborotado despejaba su frente, de
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Capítulo 3 – Bajo la lluvia.
  Siempre había pensado que en aquella familia todos estaban locos, la única que se salvaba era Carolina, mi cuñada, pero en aquel momento me quedaba claro que ella también estaba como un cencerro.Nos pasamos semanas organizando la subasta, que, por supuesto se haría de forma anónima, por internet, y sólo el ganador tendría nombre y apellidos, según me había asegurado mi cuñada. Pero yo no lograba entender, quién, en su sano juicio querría casarse con Oliver Bloom.La primera vez que salí con él, tan sólo caminamos por los alrededores, cerca del bosque que había en la parte trasera de la mansión, y yo mantenía agarrado entre mis manos, fuertemente, un libro, aterrada por quedarme en blanco delante de él.El paseo fue mucho más agradable de lo que pensé, y cuando llegamos al final del
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Capítulo 4. Las falsas disculpas de Oliver Bloom.
  Me pasé casi dos días tranquila, en casa, sin entablar conversación con el estúpido de Oliver, metida en mi nube particular, leyendo Emma de Jane Austen, uno de mis libros favoritos. Todo habría sido perfecto, de no ser por mi hermano que no dejaba de insistir con la idea de que me fuese a estudiar lejos, decía que era una buena oportunidad, que debía aceptar el favor de Oliver, aceptar su dinero y marcharme a la universidad de la ciudad, donde podría continuar mis estudios. Pero yo lo tenía claro, no quería nada que viniese de él, aunque la idea de retomar mis estudios me pareciese atractiva, jamás aceptaría su dinero.Aquella mañana salí a la playa, temprano, quería caminar, y para nada quería que mi hermano volviese a atosigarme con sus constantes ruegos sobre la universidad, así que, antes de que hubiese salido el sol, e
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Capítulo 5. La fuente.
  No volví a ir a ninguna cita con él después de ese día, no quería volver a sentirme engañada, y cada vez que me cruzaba con él o con su hermana por los pasillos, fingía tener que ir a mi habitación porque había olvidado algo, y luego no volvía a salir de ella en todo el día.La situación me estaba haciendo más solitaria de lo que ya era, y el no poder relacionarme o hablar con nadie de la mansión me estaba volviendo loca.Es cierto que me gustaba la soledad y el silencio, adoraba tener tiempo para evadirme de la realidad y sumergirme en los mundos de los libros que leía. Jane Austen, Daniel Defoe, Edgar Allan Poe y Emily Bronte, eran algunos de mis escritores favoritos. Solía pasarme horas y horas enfrascada en la lectura de uno de sus libros, y hasta que no terminaba de leerlo no podía volver a centrarme en mi vida,
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Capítulo 6. La mujer que tiene su corazón.
  A la mañana siguiente, estaba demasiado afligida, demasiado arrepentida de haber entregado mi cuerpo a un hombre como Oliver Bloom. ¿Qué demonios se me había pasado por la cabeza para desear estar con él? ¡Por el amor de dios, era Oliver Bloom!No podía dejar de pensar en esa chica que él amaba, ¿sería la dueña de uno de esos anillos? ¿dónde estaba ella? ¿por qué no se casaba con ella? ¿habría ella muerto?Me estaba volviendo loca, mientras pensaba en todo aquello, sentada en la misma fuente en la que me había hundido la tarde anterior.¿Cómo había podido acostarme con Oliver Bloom? Era lo que mi cabeza me gritaba, mientras mis lágrimas salían. Olivia – me llamó una voz detrás de mí, sacándome de mis pensamientos, pro
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Capítulo 7. Una boda amañada.
  No había vuelto a hablar con él después de ese día, le evitaba todo el tiempo, no por lo que había pasado entre nosotros, no, era por aquella extraña visión que había tenido sobre él, por haberle escuchado admitir que me quería.No entendía nada, no entendía que era lo que todo aquello significaba, y él no entendía que me ocurría, quizás pensaba que me había arrepentido de entregarme a él, quizás…Aquella tarde estaba en el jardín, sentada en la hierba con el cabello semi-recogido mientras mi hermano me hablaba sobre la subasta, haciéndome comprender algo en lo que no había caído: quedaban tres días para la subasta, el tiempo había pasado más rápido de lo que me hubiese gustado, y pronto tendría que aceptar que Oliver Bloom se casase, aquello
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Capítulo 8. Una extraña petición.
 Me encontraba en la habitación del señor Martín, leyéndole uno de mis libros, como solía hacer una vez a la semana, cuando todos descansaban la comida después del almuerzo, mientras el anciano me miraba con atención. Y entonces apareció el señor Darcy, con su impoluto traje y … - continuaba, pero no pude hacerlo por mucho más tiempo, porque en ese justo instante apareció por la puerta la señora Martina, descubriéndome de lleno. Olivia – me llamó, aunque parecía sorprendida de encontrarme allí, intentó hacer como si no lo estuviera - ¿estás aquí? Te he estado buscando – afirmó, haciendo que la sorprendida fuese yo en aquel momento. ¿Me buscaba? – Pregunté, sin entender lo que decía, pues
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Capítulo 9 – Un grito en la noche.
    No había vuelto a hablar con mi hermano sobre su idea loca de alejarme de él, de aquella casa, y yo no dejaba de pensar en la conversación que había tenido con la señora Martina, en su extraña petición. Quizás debería hacerle caso, debería olvidar a Oliver Bloom, debería hacer lo imposible para que él no se marchase de la casa, y debía hacerlo pronto, pues él parecía dispuesto a marcharse de un momento a otro.   Una noche, justo después de lavarme los dientes, volví a la cama, y me acosté, tomando la determinación de que lo haría, fingiría que le había olvidado, fingiría que mi enfermedad se había manifestado de nuevo, pero no tuve tiempo de pensar en cómo lo haría, pues en ese justo instante, un alarido me heló la sangre, haciéndome levantar, asustada, preguntándome que sucedía, ¿de dónde venía aquel sonido? Salí al pasillo, encontrándome de frente con mi cuñada, que parecía correr hacia algún punto de la casa.
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Capítulo 10. Las mentiras de Olivia Grint.
    Aquella mañana me levanté temprano, aunque lo cierto era que no había podido dormir en  absoluto, ni siquiera había amanecido cuando salí a caminar por la playa, recordando aquella canción de cuna en mi mente, comenzando a tararearla sin apenas darme cuenta, sin apartar la vista del mar, pensando en él, en su lamentable estado, en lo que había prometido, en que debía de olvidarle. Mis lágrimas comenzaron a salir en ese instante, pero eso no me impidió que siguiese cantando.   No deberías cantar una canción tan triste – comenzó una voz junto a mí, haciéndome que me percatase de que él estaba a mi lado. Levantó su mano izquierda y acarició mi mejilla, limpiando mis lágrimas con ella – Así está mejor.   ¿Qué haces aquí tan temprano? – pregunté, observando de nuevo al mar, provocando que él lo hiciese también.   No podía dormir – reconoció, para luego
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