Me pasé casi dos días tranquila, en casa, sin entablar conversación con el estúpido de Oliver, metida en mi nube particular, leyendo Emma de Jane Austen, uno de mis libros favoritos. Todo habría sido perfecto, de no ser por mi hermano que no dejaba de insistir con la idea de que me fuese a estudiar lejos, decía que era una buena oportunidad, que debía aceptar el favor de Oliver, aceptar su dinero y marcharme a la universidad de la ciudad, donde podría continuar mis estudios. Pero yo lo tenía claro, no quería nada que viniese de él, aunque la idea de retomar mis estudios me pareciese atractiva, jamás aceptaría su dinero.
Aquella mañana salí a la playa, temprano, quería caminar, y para nada quería que mi hermano volviese a atosigarme con sus constantes ruegos sobre la universidad, así que, antes de que hubiese salido el sol, e
No volví a ir a ninguna cita con él después de ese día, no quería volver a sentirme engañada, y cada vez que me cruzaba con él o con su hermana por los pasillos, fingía tener que ir a mi habitación porque había olvidado algo, y luego no volvía a salir de ella en todo el día.La situación me estaba haciendo más solitaria de lo que ya era, y el no poder relacionarme o hablar con nadie de la mansión me estaba volviendo loca.Es cierto que me gustaba la soledad y el silencio, adoraba tener tiempo para evadirme de la realidad y sumergirme en los mundos de los libros que leía. Jane Austen, Daniel Defoe, Edgar Allan Poe y Emily Bronte, eran algunos de mis escritores favoritos. Solía pasarme horas y horas enfrascada en la lectura de uno de sus libros, y hasta que no terminaba de leerlo no podía volver a centrarme en mi vida,
A la mañana siguiente, estaba demasiado afligida, demasiado arrepentida de haber entregado mi cuerpo a un hombre como Oliver Bloom. ¿Qué demonios se me había pasado por la cabeza para desear estar con él? ¡Por el amor de dios, era Oliver Bloom!No podía dejar de pensar en esa chica que él amaba, ¿sería la dueña de uno de esos anillos? ¿dónde estaba ella? ¿por qué no se casaba con ella? ¿habría ella muerto?Me estaba volviendo loca, mientras pensaba en todo aquello, sentada en la misma fuente en la que me había hundido la tarde anterior.¿Cómo había podido acostarme con Oliver Bloom? Era lo que mi cabeza me gritaba, mientras mis lágrimas salían.Olivia – me llamó una voz detrás de mí, sacándome de mis pensamientos, pro
No había vuelto a hablar con él después de ese día, le evitaba todo el tiempo, no por lo que había pasado entre nosotros, no, era por aquella extraña visión que había tenido sobre él, por haberle escuchado admitir que me quería.No entendía nada, no entendía que era lo que todo aquello significaba, y él no entendía que me ocurría, quizás pensaba que me había arrepentido de entregarme a él, quizás…Aquella tarde estaba en el jardín, sentada en la hierba con el cabello semi-recogido mientras mi hermano me hablaba sobre la subasta, haciéndome comprender algo en lo que no había caído: quedaban tres días para la subasta, el tiempo había pasado más rápido de lo que me hubiese gustado, y pronto tendría que aceptar que Oliver Bloom se casase, aquello
Me encontraba en la habitación del señor Martín, leyéndole uno de mis libros, como solía hacer una vez a la semana, cuando todos descansaban la comida después del almuerzo, mientras el anciano me miraba con atención.Y entonces apareció el señor Darcy, con su impoluto traje y … - continuaba, pero no pude hacerlo por mucho más tiempo, porque en ese justo instante apareció por la puerta la señora Martina, descubriéndome de lleno.Olivia – me llamó, aunque parecía sorprendida de encontrarme allí, intentó hacer como si no lo estuviera - ¿estás aquí? Te he estado buscando – afirmó, haciendo que la sorprendida fuese yo en aquel momento.¿Me buscaba? – Pregunté, sin entender lo que decía, pues
No había vuelto a hablar con mi hermano sobre su idea loca de alejarme de él, de aquella casa, y yo no dejaba de pensar en la conversación que había tenido con la señora Martina, en su extraña petición. Quizás debería hacerle caso, debería olvidar a Oliver Bloom, debería hacer lo imposible para que él no se marchase de la casa, y debía hacerlo pronto, pues él parecía dispuesto a marcharse de un momento a otro. Una noche, justo después de lavarme los dientes, volví a la cama, y me acosté, tomando la determinación de que lo haría, fingiría que le había olvidado, fingiría que mi enfermedad se había manifestado de nuevo, pero no tuve tiempo de pensar en cómo lo haría, pues en ese justo instante, un alarido me heló la sangre, haciéndome levantar, asustada, preguntándome que sucedía, ¿de dónde venía aquel sonido? Salí al pasillo, encontrándome de frente con mi cuñada, que parecía correr hacia algún punto de la casa.
Aquella mañana me levanté temprano, aunque lo cierto era que no había podido dormir en absoluto, ni siquiera había amanecido cuando salí a caminar por la playa, recordando aquella canción de cuna en mi mente, comenzando a tararearla sin apenas darme cuenta, sin apartar la vista del mar, pensando en él, en su lamentable estado, en lo que había prometido, en que debía de olvidarle. Mis lágrimas comenzaron a salir en ese instante, pero eso no me impidió que siguiese cantando. No deberías cantar una canción tan triste – comenzó una voz junto a mí, haciéndome que me percatase de que él estaba a mi lado. Levantó su mano izquierda y acarició mi mejilla, limpiando mis lágrimas con ella – Así está mejor. ¿Qué haces aquí tan temprano? – pregunté, observando de nuevo al mar, provocando que él lo hiciese también. No podía dormir – reconoció, para luego
Me separé de él, aterrada por lo que pudiese pasar entre nosotros a partir de ese momento, pero en lugar de alejarme, él tan sólo volvió a apoyar su frente sobre la mía, acariciando mi mejilla con la yema de sus dedos, mientras ambos escuchábamos las voces de Carolina, la señora Martina y mi hermano, gritando mi nombre, en aquella espesa mañana de locos. Todos están preocupados por ti – aseguró, sin separarse de mí ni siquiera un palmo – así que… - se detuvo, al mismo tiempo que se alejaba de mi rostro y bajaba su mano, para luego agarrar la mía y tirar de mí hacia la salida de aquel laberinto. Corrimos y no nos detuvimos hasta encontrarnos frente a la casa, donde mi hermano y Carolina nos miraban sorprendidos de vernos aparecer juntos, provocando que él soltase mi mano, de inmediato, y continuase su camino hacia el interior de la casa, sin despedirse de mí si quiera. Olivia –
Salí de la biblioteca dejándole allí solo y caminé por el largo pasillo, hacia las escaleras que daba a la parte de arriba, pues no me apetecía volver al salón y tener que explicarles a los presentes que estaba enfadada con el estúpido de Oliver Bloom.Me eché sobre la cama, sin desvestirme si quiera y cerré los ojos, estaba cansada de aquella situación con Oliver. Se estaba volviendo realmente difícil hablar con él en estos días.Sin apenas darme cuenta comencé a dormitar, en un extraño sueño, algo que conocía muy bien, algo que había olvidado.Esa niña tiene la culpa de todo – gritaba mi padre – si no se hiciese amiga de gente indebida no tendría problemas. Déjame ir hasta ella, mujer – imploraba a mi madre – le daré una lecció