Me encontraba en la habitación del señor Martín, leyéndole uno de mis libros, como solía hacer una vez a la semana, cuando todos descansaban la comida después del almuerzo, mientras el anciano me miraba con atención.
No había vuelto a hablar con mi hermano sobre su idea loca de alejarme de él, de aquella casa, y yo no dejaba de pensar en la conversación que había tenido con la señora Martina, en su extraña petición. Quizás debería hacerle caso, debería olvidar a Oliver Bloom, debería hacer lo imposible para que él no se marchase de la casa, y debía hacerlo pronto, pues él parecía dispuesto a marcharse de un momento a otro. Una noche, justo después de lavarme los dientes, volví a la cama, y me acosté, tomando la determinación de que lo haría, fingiría que le había olvidado, fingiría que mi enfermedad se había manifestado de nuevo, pero no tuve tiempo de pensar en cómo lo haría, pues en ese justo instante, un alarido me heló la sangre, haciéndome levantar, asustada, preguntándome que sucedía, ¿de dónde venía aquel sonido? Salí al pasillo, encontrándome de frente con mi cuñada, que parecía correr hacia algún punto de la casa.
Aquella mañana me levanté temprano, aunque lo cierto era que no había podido dormir en absoluto, ni siquiera había amanecido cuando salí a caminar por la playa, recordando aquella canción de cuna en mi mente, comenzando a tararearla sin apenas darme cuenta, sin apartar la vista del mar, pensando en él, en su lamentable estado, en lo que había prometido, en que debía de olvidarle. Mis lágrimas comenzaron a salir en ese instante, pero eso no me impidió que siguiese cantando. No deberías cantar una canción tan triste – comenzó una voz junto a mí, haciéndome que me percatase de que él estaba a mi lado. Levantó su mano izquierda y acarició mi mejilla, limpiando mis lágrimas con ella – Así está mejor. ¿Qué haces aquí tan temprano? – pregunté, observando de nuevo al mar, provocando que él lo hiciese también. No podía dormir – reconoció, para luego
Me separé de él, aterrada por lo que pudiese pasar entre nosotros a partir de ese momento, pero en lugar de alejarme, él tan sólo volvió a apoyar su frente sobre la mía, acariciando mi mejilla con la yema de sus dedos, mientras ambos escuchábamos las voces de Carolina, la señora Martina y mi hermano, gritando mi nombre, en aquella espesa mañana de locos. Todos están preocupados por ti – aseguró, sin separarse de mí ni siquiera un palmo – así que… - se detuvo, al mismo tiempo que se alejaba de mi rostro y bajaba su mano, para luego agarrar la mía y tirar de mí hacia la salida de aquel laberinto. Corrimos y no nos detuvimos hasta encontrarnos frente a la casa, donde mi hermano y Carolina nos miraban sorprendidos de vernos aparecer juntos, provocando que él soltase mi mano, de inmediato, y continuase su camino hacia el interior de la casa, sin despedirse de mí si quiera. Olivia –
Salí de la biblioteca dejándole allí solo y caminé por el largo pasillo, hacia las escaleras que daba a la parte de arriba, pues no me apetecía volver al salón y tener que explicarles a los presentes que estaba enfadada con el estúpido de Oliver Bloom.Me eché sobre la cama, sin desvestirme si quiera y cerré los ojos, estaba cansada de aquella situación con Oliver. Se estaba volviendo realmente difícil hablar con él en estos días.Sin apenas darme cuenta comencé a dormitar, en un extraño sueño, algo que conocía muy bien, algo que había olvidado.Esa niña tiene la culpa de todo – gritaba mi padre – si no se hiciese amiga de gente indebida no tendría problemas. Déjame ir hasta ella, mujer – imploraba a mi madre – le daré una lecció
Cuando desperté, era tarde, y él ya no se encontraba a mi lado, me encontraba envuelta en sábanas, con mis manos aferradas a la almohada, como si una parte de mí hubiese creído que era él al que me agarraba. Me senté sobre la cama y miré hacia la mesilla de noche, hacia el reloj que en esta se veía, observando que eran más de las doce de la noche. Mi estómago rugía de hambre, así que no podía hacer otra cosa que deambular por los pasillos en dirección hacia la cocina y picar un poco de lo que hubiese en el frigorífico sin ser vista. Abrí la puerta de la habitación y me escabullí de esta, para luego seguir mi camino por el largo pasillo de la planta de arriba, bajando las escaleras con sumo cuidado, intentando hacer el mínimo ruido posible al bajarla, observando entonces, al llegar a la parte de abajo, la puerta de la biblioteca que estaba ligeramente abierta. Miré a través de ella, vislumbrando a Oliver sentado en el escr
Caminé junto a Oliver hacia mi habitación, ya había cenado, el mismo me había preparado un emparedado de tortilla con bacon y mahonesa, con un zumo de zanahoria. Tenía entrelazada mi mano a la suya, caminábamos con sigilo, y no se detuvo hasta llegar a mi habitación. Me quedaré hasta que te duermas – aseguró, para luego caminar hasta el armario y coger uno de mis camisones, cediéndomelo para que me lo pusiese y durmiese más cómoda. Creo que he olvidado como murieron mis padres – alegué, tras coger el camisón, haciendo que él dejase de prestar atención a ello, y volviese la vista hacia mí – ya ni siquiera recuerdo como era mi relación con ellos… Tuvieron un accidente de coche – insistió, como si esa versión fuese la única real, cuando yo misma sabía que eso no era cierto. Sé que eso no es cierto – reconocí, o
Carolina celebró la gala en la biblioteca, ante el notario de la familia y el resto de nosotros, aunque los aludidos ya sabíamos el veredicto, aun así, ambos pusimos caras de sorpresas al enterarnos que la persona que había ganado la puja había sido Olivia Grint, y que nos casaríamos tan pronto como el notario preparase los papeles del matrimonio, aun así Oliver me propuso hacer una pequeña celebración en el jardín justo después de haber firmado los papeles, cosa que agradecí bastante, pues yo quería celebrarlo al menos de aquella manera. Sabía que sería el día más feliz de mi vida, tan sólo con saber que sería su esposa, sería suya, oficialmente. Caminaba por el jardín justo después de aquellos agradables acontecimientos, tocándome los brazos, pues había refrescado en los últimos días, se veía claramente que se estaba acercando el invierno, los días eran mucho más fríos. Olivia – me llamó la señora Martina, hacien
Todo era un caos en la mansión Bloom, las criadas entraban y salían de la habitación del patriarca, del miembro más anciano de aquella extraña familia, a la que en aquel entonces también pertenecíamos, mi hermano y yo.Voces e insultos provenían de aquella estancia, mientras iban y venían el resto de miembros de la mansión: la señora Martina entró la primera, y también fue la primera en salir, era obvio que la relación con su padre nunca fue buena, y en aquel estado en el que se encontraba el hombre, con aquella demencia senil ganándole la batalla, era imposible hacerle entrar en razón sobre cualquier cosa. Los únicos que parecían tener un don especial con aquel hombre, eran sus nietos, Carolina y Oliver, que entraron justo después de su madre, y ellos sí que se llevaron bastante tiempo en el interior, charland