Bronx- New- York, Usa. Alba llegó emocionada al albergue con Alex en sus brazos. —¿A qué no adivinan quién aprendió a caminar? —habló con la mirada iluminada, colocó al pequeño en el suelo, él se tambaleó un poco, entonces ella se agachó a la misma altura de su hijo, para que, si llegara a perder el equilibrio, sostenerlo. Alex dio unos pequeños pasos, vaciló, y cayó sentado. Alba se llevó la mano a la boca, pensando que el bebé iba a llorar, para su sorpresa, emitió una gran risa. —¡Es valiente! —exclamó la señora Rocío, quién era la persona que se quedaba a cargo de Alex, mientras su madre trabajaba. —Claro que es un valiente, sí ha sobrevivido conmigo, cuando a veces no teníamos ni qué comer, ni dónde dormir, a pesar de las circunstancias en las que nació, es un niño sano y fuerte. —Tú lo eres más muchacha, otra en tus co
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