Capítulo 2Dos horas. El vuelo en sí no ha estado mal: sin turbulencias, un cómodo asiento – todo lo cómodo que es uno de turista, claro está –, una bolsa pequeña de patatas que me he comprado con unas monedas sueltas que he encontrado en el bolsillo de mi chaqueta... A quién quiero engañar, el vuelo ha sido horrendo. No ha habido turbulencias, pero solo faltaba eso para colmar el vaso. Tenía a dos niños pequeños discutiendo delante de mí, mientras uno aún más pequeño detrás de mí no dejaba de dar patadas a mi asiento. Su madre no lo controlaba porque tenía que calmar el insufrible llanto del bebé que tenía en brazos. Y por si fuera poco, me han timado con las patatas, porque además de ser muy caras para el asco que son, sabían rancias. En fin, un completo desastre. Es por ello que cuando dejan evacuar el avión paso con rapidez sobre mis compañeros de fila, llevándome sus miradas despectivas, y, con mi mochila colgando de un hombro, salgo de allí. Te
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