About First Summer
About First Summer
Por: Aina Pazos
Prólogo

Ignoro la mirada negativa de mi madre y comienzo a caminar hacia donde se encuentra Trey, a unos metros de distancia. Este se da la vuelta y cuando estoy pasando por su lado interpone su brazo haciéndome parar.

– ¿Quién te ha dicho que voy a dejarte subir? – cuestiona en un murmullo mirándome desde arriba, es bastante más alto que yo. El coche de Matthew se pone en marcha dejándonos a los dos en la acera.

– Creo que no tienes otra opción – respondo al mismo tiempo que me encojo de hombros.

– Puedo dejarte aquí tirada, es más, esa idea me agrada –. Una sonrisa traviesa aparece en su rostro antes de empezar a andar hasta la calle dónde se encuentra su vehículo, le sigo en la cercanía, pero una vez llegamos a este y lo enciende posa su mano en la puerta que he comenzado a abrir, cerrándola de nuevo –. No he dicho que te vaya a dejar subir.

– No seas malo, Ty – comento con burla causando que su mandíbula se apriete y su mirada me atraviese, odia que lo llamen por ese apodo y yo que me llame Incordio, por lo que estamos en paz.

– Deja de llamarme así si quieres que te lleve –. No es una pregunta, pero siento que tengo que responderle como si lo fuera, por lo que muevo mi cabeza en forma de afirmación consiguiendo que aleje su mano de la puerta y se dirija hacia el lado del conductor.

Él es el primero en adentrarse y prepararse para el trayecto, por eso aún no he asegurado mi cinturón cuando ya ha puesto en marcha el coche y se encuentra saliendo del aparcamiento. No me sorprende ver como el velocímetro marca más de lo indicado, pero me concentro en el fin importante de mi presencia en este coche.

– No pienso hablar – sentencia al verme, de reojo, como tengo la intención de entablar de nuevo una conversación que ambos sabemos que no va a acabar de la mejor forma.

– Entonces no hables, solo escucha –. Suelta un bufido exasperado ante mi actitud, pero lo ignoro y continúo hablando –. Me has dicho que estás harto de mis preguntas, de que me entrometa en tu vida y me has pedido que haga como si no te hubiera conocido nunca – recuerdo antes de hacer una leve pausa –. Pero no puedo –. Me mira de reojo un segundo antes de volver su atención a la carretera –. Porque por más que seas el mayor capullo con el que me he topado en mi vida, no puedo dejar que te mates a ti mismo. Voy a evitar que eso ocurra.

– No hay nada que puedas hacer para evitarlo, Incordio – murmura con voz apagada.

– Al menos lo intentaré – afirmo con seguridad. Nuestras miradas se conectan por unos segundos e intento mostrarle la firmeza de mis palabras, son una promesa que me hago a mí misma, y que, en parte, no logro entender. No entiendo por qué estoy haciendo esto.

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