Ignoro la mirada negativa de mi madre y comienzo a caminar hacia donde se encuentra Trey, a unos metros de distancia. Este se da la vuelta y cuando estoy pasando por su lado interpone su brazo haciéndome parar.
– ¿Quién te ha dicho que voy a dejarte subir? – cuestiona en un murmullo mirándome desde arriba, es bastante más alto que yo. El coche de Matthew se pone en marcha dejándonos a los dos en la acera.
– Creo que no tienes otra opción – respondo al mismo tiempo que me encojo de hombros.
– Puedo dejarte aquí tirada, es más, esa idea me agrada –. Una sonrisa traviesa aparece en su rostro antes de empezar a andar hasta la calle dónde se encuentra su vehículo, le sigo en la cercanía, pero una vez llegamos a este y lo enciende posa su mano en la puerta que he comenzado a abrir, cerrándola de nuevo –. No he dicho que te vaya a dejar subir.
– No seas malo, Ty – comento con burla causando que su mandíbula se apriete y su mirada me atraviese, odia que lo llamen por ese apodo y yo que me llame Incordio, por lo que estamos en paz.
– Deja de llamarme así si quieres que te lleve –. No es una pregunta, pero siento que tengo que responderle como si lo fuera, por lo que muevo mi cabeza en forma de afirmación consiguiendo que aleje su mano de la puerta y se dirija hacia el lado del conductor.
Él es el primero en adentrarse y prepararse para el trayecto, por eso aún no he asegurado mi cinturón cuando ya ha puesto en marcha el coche y se encuentra saliendo del aparcamiento. No me sorprende ver como el velocímetro marca más de lo indicado, pero me concentro en el fin importante de mi presencia en este coche.
– No pienso hablar – sentencia al verme, de reojo, como tengo la intención de entablar de nuevo una conversación que ambos sabemos que no va a acabar de la mejor forma.
– Entonces no hables, solo escucha –. Suelta un bufido exasperado ante mi actitud, pero lo ignoro y continúo hablando –. Me has dicho que estás harto de mis preguntas, de que me entrometa en tu vida y me has pedido que haga como si no te hubiera conocido nunca – recuerdo antes de hacer una leve pausa –. Pero no puedo –. Me mira de reojo un segundo antes de volver su atención a la carretera –. Porque por más que seas el mayor capullo con el que me he topado en mi vida, no puedo dejar que te mates a ti mismo. Voy a evitar que eso ocurra.
– No hay nada que puedas hacer para evitarlo, Incordio – murmura con voz apagada.
– Al menos lo intentaré – afirmo con seguridad. Nuestras miradas se conectan por unos segundos e intento mostrarle la firmeza de mis palabras, son una promesa que me hago a mí misma, y que, en parte, no logro entender. No entiendo por qué estoy haciendo esto.
Capítulo 1Suelto un suspiro a la vez que cierro la puerta de la taquilla y reposo la cabeza en ella. Mis ojos se cierran con lentitud e intento eliminar el sonido del resto de personas a mi alrededor: saliendo de las aulas, cerrando sus taquillas, hablando – gritando, mejor dicho – y haciendo mil cosas más que no me interesan. Por desgracia no consigo deshacerme del escándalo y una vez escucho la voz de mi mejor amiga sentencio mi acción como imposibles.– ¡Vega! – grita en la distancia. Separo la frente del metal, el cual deja una sensación de frescor en mi piel, y giro mi rostro hacia la derecha.Sheila viene corriendo hasta que una maestra, salida de una de las aulas, le llama la atención por lo que reduce el ritmo, pero se mantiene en uno rápido. Sus ojos esmeraldas ruedan mientras se pasa su pelo rizado detrás de los hombros y continúa moviendo su delgado cuerpo en mi dirección. Siempre he pensado que Sheila podría ser modelo, de esas que ves en las revist
Capítulo 2Dos horas. El vuelo en sí no ha estado mal: sin turbulencias, un cómodo asiento – todo lo cómodo que es uno de turista, claro está –, una bolsa pequeña de patatas que me he comprado con unas monedas sueltas que he encontrado en el bolsillo de mi chaqueta...A quién quiero engañar, el vuelo ha sido horrendo.No ha habido turbulencias, pero solo faltaba eso para colmar el vaso. Tenía a dos niños pequeños discutiendo delante de mí, mientras uno aún más pequeño detrás de mí no dejaba de dar patadas a mi asiento. Su madre no lo controlaba porque tenía que calmar el insufrible llanto del bebé que tenía en brazos. Y por si fuera poco, me han timado con las patatas, porque además de ser muy caras para el asco que son, sabían rancias. En fin, un completo desastre. Es por ello que cuando dejan evacuar el avión paso con rapidez sobre mis compañeros de fila, llevándome sus miradas despectivas, y, con mi mochila colgando de un hombro, salgo de allí. Te
Capítulo 3Coloco el libro blanco sobre el resto, encima de la cómoda. Lo posiciono rectamente creando una columna de cinco libros, del más grande al más pequeño. Dejo mi mano apoyada sobre la portada y repaso con la yema de mis dedos las palabras que conforman el título. Me quedo embelesada en mi acción durante unos segundos antes de darme la vuelta y observar de nuevo la espaciosa habitación. Sobre la cama, con sábanas blancas, descansa mi cojín con la bandera de Canadá y, recostado en él, el peluche de mi infancia: Dumbo. En la mesita de noche del lado izquierdo se encuentra mi teléfono y mi cartera, mientras que en la de la derecha está el libro que tengo empezado y, sobre él, el collar que me quité en el aeropuerto por culpa del detector de metales y que no me he vuelto a poner. El armario se halla cerrado pero con su contenido lleno de prendas de ropa tanto veraniegas como un poco abrigadas. En el interior del baño ya descansa, sobre la encimera del lavamanos, el
Capítulo 4Me revuelvo incómoda en mi asiento mientras las voces resuenan a mi alrededor. No estoy prestando atención a ninguna de las conversaciones. En los asientos de delante se encuentran mi madre, al volante, y Matthew, de copiloto. Este tamborilea con la punta de los dedos encima del salpicadero con su cuerpo en dirección a mi madre, quien mantiene sus manos tranquilamente sobre el volante y le regala miradas a su marido cada pocos segundos. En la parte de atrás me encuentro yo, en medio de ambos niños, los que tienen sus cuerpos inclinados hacia delante para poder conversar por delante de mí. Me siento atrapada, no estoy acostumbrada a ir con tanta gente en el coche y mucho menos a sentarme en los asientos traseros, siempre voy en el de copiloto.A nuestro alrededor las calles van pasando y mi mirada intentan captar la mayor cantidad de detalles posibles a través de la ventanilla, pero las cabezas de Owen y Holly me lo dificultan un poco. Aun así logro ver como
Capítulo 5Detesto la costumbre de mi cuerpo a levantarse temprano. Después de encontrar a mi madre y Matthew, rodeados de los que supuse que eran sus amigos, tuve que insistir reiteradas veces hasta que – después de una hora – logré mi cometido de largarnos de ese lugar. Lo primero que hice al llegar a casa fue tirarme sobre la cama, no era mi intención quedarme dormida, por más que lo deseará. Primero quería ponerme mi pijama, hablar con Sheila y mi padre, a lo mejor leer un poco y ya después acostarme. Pero mi cuerpo no estuvo por la labor, un par de minutos después ya estaba en el mundo de los sueños. Unas horas después unos golpes me desvelaron y aunque maldecí que lo hicieran también me sentí agradecida por la oportunidad de poder cambiarme de ropa.Incluso con un sueño de más de seis horas, que no es lo común en mí, me despierto agotada y cabreada. A penas son las ocho de la mañana. La rutina escolar ha provocado que me siga despertando temprano. Lo primero que
Capítulo 6Mi madre me ha despertado a las ocho para decirme que me pusiera en pie y me preparara, que debía compartir tiempo con ellos y que los acompañaría a la caminata que hacen cada sábado. No soy alguien atlética y mucho menos de las que madrugan por el placer de salir a caminar. Por ello me he inventado una excusa – que me dolía mucho la cabeza –, una mala, pero que ha colado. Al menos a medias porque de la mirada recriminadora no me he librado. Aun así he conseguido mi cometido y ellos se han ido a su caminata sin mí.Desgraciadamente el hecho de que mi madre me despertará ha provocado que ya no pudiera volver a dormirme, por lo que me he puesto en pie y, después de prepararme un café, me he sentado en el sofá con las piernas a
Capítulo 7Entablar conversación con Trey era algo que no quería volver a hacer, al menos durante el resto de la tarde, y agradecí cuando me di cuenta de que para él hablar conmigo tampoco estaba en sus planes. No nos volvimos a dirigir las palabras, ni siquiera durante el regreso a casa. Por un momento pensé que una vez se fuera el resto y nos adentráramos en el coche todo volvería a explotar, pero no ocurrió. En cuanto encendió el motor subió el volumen de la música casi al máximo reventándome el tímpano durante unos minutos y enviando una clara indirecta de que no me deseaba escuchar. Pero yo tampoco quería escucharlo a él, por una vez estábamos de acuerdo. Al llegar a casa, y tras tirar el cigarro al suelo – acto repulsivo pudiendo tirarlo a la papelera
Capítulo 8Me gustan las fiestas, como a la mayoría de personas de mi edad, aunque no soy de moverme con frecuencia por ellas, pero no me desagradan. Siento que las personas acuden a ellas para librarse de una parte de sus vidas que les atormentan, poder pasar unas horas alejados de todos sus problemas y con el único objetivo de beber, bailar y divertirse. Puedes distorsionar la realidad con unas copas de más, puedes silenciar los demonios con la música y puedes atacar al dolor al divertirte. Una fiesta es un momento de evasión, pero solo si no te dejas arrastrar por la parte oscura que esta tiene, ese lado donde cruzas el límite y terminas en una pelea o peor, en un hospital. En mi caso intento evadirme de la realidad que me azota estos días, me bebo los dos vasos que me prepara Joshua en menos de lo que dura una pausa publicitaria