Capítulo 10
Dormir está considerado uno de los mayores placeres que existen en la vida y no soy quién para negarlo. No obstante, debo admitir que soy de la clase de personas que, con frecuencia, se acuesta a horas bastante tardías, ya sea porque malgasto – aunque depende del motivo no lo catalogaría de ese modo – mi tiempo leyendo, escuchando música, hablando con Sheila o, simplemente, lo pierdo en alguna red social, por ello cuando menos me doy cuenta ya dan las dos o tres de la mañana y debo obligarme a dejar el teléfono a un lado para acostarme.
Además de que también adoro levantarme tarde y detesto cuando el cuerpo se habitúa al horario estudiantil despertándose demasiado temprano, acto que me ocurre usualmente a principio de las vacacion
Capítulo 11Hay discusiones que se terminan una vez las palabras han cesado y luego están las que el enfado perdura después de estas. Pueden ser minutos, horas, días e incluso años. A lo largo de mi vida me he visto involucrada en muchas discusiones – normalmente insignificante, un simple intercambio de opiniones –, al menos sin contar las de mi madre. Todas ellas no han durado mucho, sobre todo si la otra persona implicada era Sheila o mi padre. Con él duraban como mucho un par de horas, hasta que alguno de los dos se disculpaba o simplemente nos sentábamos en el sofá a ver una película, sin mediar palabra, hasta que el enfado se esfumaba.Por otra parte, con Sheila me han durado noches enteras, pero nunca más de un día. Siempre nos comportábamos como si no hubiese ocurrido nada una vez nos veíamos en el instituto – a no ser que el tema fuera importante, que en ese caso teníamos una conversación en Oasis –. Sin embargo, con mi madre la cosa era más
Ignoro la mirada negativa de mi madre y comienzo a caminar hacia donde se encuentra Trey, a unos metros de distancia. Este se da la vuelta y cuando estoy pasando por su lado interpone su brazo haciéndome parar.– ¿Quién te ha dicho que voy a dejarte subir? – cuestiona en un murmullo mirándome desde arriba, es bastante más alto que yo. El coche de Matthew se pone en marcha dejándonos a los dos en la acera.– Creo que no tienes otra opción – respondo al mismo tiempo que me encojo de hombros.– Puedo dejarte aquí tirada, es más, esa idea me agrada –. Una sonrisa traviesa aparece en su rostro antes de empezar a andar hasta la calle dónde se encuentra su vehículo, le sigo en la cercanía, pero una vez llegamos a este y lo enciende posa su mano en la puerta que he comenzado a abrir, cerrándola d
Capítulo 1Suelto un suspiro a la vez que cierro la puerta de la taquilla y reposo la cabeza en ella. Mis ojos se cierran con lentitud e intento eliminar el sonido del resto de personas a mi alrededor: saliendo de las aulas, cerrando sus taquillas, hablando – gritando, mejor dicho – y haciendo mil cosas más que no me interesan. Por desgracia no consigo deshacerme del escándalo y una vez escucho la voz de mi mejor amiga sentencio mi acción como imposibles.– ¡Vega! – grita en la distancia. Separo la frente del metal, el cual deja una sensación de frescor en mi piel, y giro mi rostro hacia la derecha.Sheila viene corriendo hasta que una maestra, salida de una de las aulas, le llama la atención por lo que reduce el ritmo, pero se mantiene en uno rápido. Sus ojos esmeraldas ruedan mientras se pasa su pelo rizado detrás de los hombros y continúa moviendo su delgado cuerpo en mi dirección. Siempre he pensado que Sheila podría ser modelo, de esas que ves en las revist
Capítulo 2Dos horas. El vuelo en sí no ha estado mal: sin turbulencias, un cómodo asiento – todo lo cómodo que es uno de turista, claro está –, una bolsa pequeña de patatas que me he comprado con unas monedas sueltas que he encontrado en el bolsillo de mi chaqueta...A quién quiero engañar, el vuelo ha sido horrendo.No ha habido turbulencias, pero solo faltaba eso para colmar el vaso. Tenía a dos niños pequeños discutiendo delante de mí, mientras uno aún más pequeño detrás de mí no dejaba de dar patadas a mi asiento. Su madre no lo controlaba porque tenía que calmar el insufrible llanto del bebé que tenía en brazos. Y por si fuera poco, me han timado con las patatas, porque además de ser muy caras para el asco que son, sabían rancias. En fin, un completo desastre. Es por ello que cuando dejan evacuar el avión paso con rapidez sobre mis compañeros de fila, llevándome sus miradas despectivas, y, con mi mochila colgando de un hombro, salgo de allí. Te
Capítulo 3Coloco el libro blanco sobre el resto, encima de la cómoda. Lo posiciono rectamente creando una columna de cinco libros, del más grande al más pequeño. Dejo mi mano apoyada sobre la portada y repaso con la yema de mis dedos las palabras que conforman el título. Me quedo embelesada en mi acción durante unos segundos antes de darme la vuelta y observar de nuevo la espaciosa habitación. Sobre la cama, con sábanas blancas, descansa mi cojín con la bandera de Canadá y, recostado en él, el peluche de mi infancia: Dumbo. En la mesita de noche del lado izquierdo se encuentra mi teléfono y mi cartera, mientras que en la de la derecha está el libro que tengo empezado y, sobre él, el collar que me quité en el aeropuerto por culpa del detector de metales y que no me he vuelto a poner. El armario se halla cerrado pero con su contenido lleno de prendas de ropa tanto veraniegas como un poco abrigadas. En el interior del baño ya descansa, sobre la encimera del lavamanos, el
Capítulo 4Me revuelvo incómoda en mi asiento mientras las voces resuenan a mi alrededor. No estoy prestando atención a ninguna de las conversaciones. En los asientos de delante se encuentran mi madre, al volante, y Matthew, de copiloto. Este tamborilea con la punta de los dedos encima del salpicadero con su cuerpo en dirección a mi madre, quien mantiene sus manos tranquilamente sobre el volante y le regala miradas a su marido cada pocos segundos. En la parte de atrás me encuentro yo, en medio de ambos niños, los que tienen sus cuerpos inclinados hacia delante para poder conversar por delante de mí. Me siento atrapada, no estoy acostumbrada a ir con tanta gente en el coche y mucho menos a sentarme en los asientos traseros, siempre voy en el de copiloto.A nuestro alrededor las calles van pasando y mi mirada intentan captar la mayor cantidad de detalles posibles a través de la ventanilla, pero las cabezas de Owen y Holly me lo dificultan un poco. Aun así logro ver como
Capítulo 5Detesto la costumbre de mi cuerpo a levantarse temprano. Después de encontrar a mi madre y Matthew, rodeados de los que supuse que eran sus amigos, tuve que insistir reiteradas veces hasta que – después de una hora – logré mi cometido de largarnos de ese lugar. Lo primero que hice al llegar a casa fue tirarme sobre la cama, no era mi intención quedarme dormida, por más que lo deseará. Primero quería ponerme mi pijama, hablar con Sheila y mi padre, a lo mejor leer un poco y ya después acostarme. Pero mi cuerpo no estuvo por la labor, un par de minutos después ya estaba en el mundo de los sueños. Unas horas después unos golpes me desvelaron y aunque maldecí que lo hicieran también me sentí agradecida por la oportunidad de poder cambiarme de ropa.Incluso con un sueño de más de seis horas, que no es lo común en mí, me despierto agotada y cabreada. A penas son las ocho de la mañana. La rutina escolar ha provocado que me siga despertando temprano. Lo primero que
Capítulo 6Mi madre me ha despertado a las ocho para decirme que me pusiera en pie y me preparara, que debía compartir tiempo con ellos y que los acompañaría a la caminata que hacen cada sábado. No soy alguien atlética y mucho menos de las que madrugan por el placer de salir a caminar. Por ello me he inventado una excusa – que me dolía mucho la cabeza –, una mala, pero que ha colado. Al menos a medias porque de la mirada recriminadora no me he librado. Aun así he conseguido mi cometido y ellos se han ido a su caminata sin mí.Desgraciadamente el hecho de que mi madre me despertará ha provocado que ya no pudiera volver a dormirme, por lo que me he puesto en pie y, después de prepararme un café, me he sentado en el sofá con las piernas a