76. Desatado
Ver el concierto desde el costado del escenario era seguro y cómodo. Podían platicar, tomar fotos, filmar y hasta disfrutar una cerveza con snacks. Pero sólo hizo que Silvia, Jo y Claudia juraran que la noche siguiente regresarían al campo, porque ahora sabían lo que se perdían desde su posición acomodada. Jim parecía especialmente inspirado aquella noche, y empujaba al público a la locura para dejarse contagiar. Se metió a caminar entre la gente, trepó a una torre de sonido para dejarse caer sobre la multitud al mejor estilo Eddie Vedder, se tendió de espaldas sobre las manos del público y se dejó pasear de aquí para allá mientras cantaba. Y la gente lo sostuvo, lo tocó, lo abrazó, lo besó; le quitaron la chaqueta, arrancaron sus muñequeras, desgarraron su camiseta. Y él aún pedía más. Y la multitud le dio más. Pronto había escaramuzas a todo lo largo de la valla, entre el personal de seguridad y quienes intentaban alcanzar el escenario. —¡Es
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