80. La Noche de Rehén
La noche intentó transcurrir por todos los medios a su alcance. Quería terminar, irse. Pero le resultó imposible. El tiempo seguía dando vueltas, buscando rumbo, oliendo rastros fríos de los fugitivos que se le habían escapado, y la noche era prisionera de su desorientación. De modo que se resignó a esperar que se dignara a rescatarla y se puso lo más cómoda que pudo en el balcón del Alvear Palace. Vio a los fugitivos hablar, hablar, hablar. Cada tanto cambiaban de lugar o posición. Se inclinaban juntos hacia afuera, o él apoyaba la cabeza en las piernas de ella. Le daban la espalda para descansar contra la pared, uno en cada extremo del ventanal, o se sentaban hombro con hombro, las caras alzadas para ver correr las nubes sobre la ciudad. Los vio mirarse y sonreírse y besarse. Lo vio tenderse sobre la alfombra, rodeados por las salidas de baño que se quitaran con torpeza. Los vio abrir otra cerveza, encender cigarrillos y mirarla a la cara en silencio. Los vio volver a habl
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