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Todos los capítulos de Lluvia de Estrellas: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo 31 – Pasear por la Bahía.
 Hacía tiempo que estaba lista para salir, pero él lucía despreocupado, con aquella gorra que se había puesto, y aquella ropa tan de casual, no se parecía mucho al Darío Espier que todo el mundo estaba acostumbrado. - Unas putas vacaciones – le escuchaba, hablando por teléfono - ¿es mucho pedir? Llevo tres putos años haciéndote ganar dinero, ¿no merezco un respiro? – escuchó lo que el otro tenía que decir – No, es que no te lo estoy preguntando, me lo voy a coger igual, y me dan igual tus putos chantajes de mierda – colgó el teléfono, y miró hacia mí – perdona esto – negué con la cabeza, en señal de que no era nada. - ¿Piensas salir así? – me quejé, mientras él agarraba la cartera, las gafas de sol y el m&oa
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Capítulo 32 – Familias.
 Almorzábamos choquitos fritos, sardinas y puntillitas, mientras él me miraba de reojo, en uno de los lugares más concurridos de la ciudad. - Fritos. Pensé que no te gustaban. - Cuando vengo suelo saltarme la dieta – contesté, sonrió. - Pudiste haberte saltado la dieta aquella vez, y no hacer a mi cocinera preparar otra cosa – añadió. - Aquella vez sólo quería molestarte – me atreví a decirle. La cara que puse fue lo más divertido – En aquella época te odiaba ¿recuerdas? – disfrutó del vino, para luego volver a intentar pelar las sardinas con tenedor y cuchillo. A mí siempre me ha gustado más comerla con los dedos, la comida sabe mejor cuando te la comes con las manos, o eso solía decir mi padre &
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Capítulo 33 – Todo lo que quiero.
 La luz de un nuevo día se colaba por la ventana, pero ambos nos resistíamos a enfrentarnos al día. Era tarde, pero yo no podía dejar de mirar hacia la forma en la que nuestras manos encajaban. Sonreí, al mismo tiempo que él empezaba a hablar. - Ni siquiera imaginas lo mucho que deseaba esto – aseguró. Me giré para observarlo, me estaba mirando, y lucía tranquilo, feliz – ven aquí – me llamó, soltando mi mano, abrazándome después, aferrándome a él, acariciando mi mejilla con su mano libre - ¿te haces una ligera idea de lo preciosa que eres? – rompí a reír, sin poder evitarlo, mientras él sonreía – me olvido de todos los putos problemas cuando estoy contigo – besé su hombro desnudo, apoyando luego mi barbilla en él &ndash
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Capítulo 34 – Dejarlo todo.
 Mi teléfono no dejó de sonar, pero no iba a cogerlo, ni siquiera tenía ganas de enfrentarme a esa realidad, en el que volvía a ser usada por un hombre, siempre elegían a otra mujer con la que estar, a mí solo me usaban para una cosa. El camarero volvió a llenarme el vaso con tequila, y yo dejé que esa bebida inundase mi garganta, antes de meter el limón que me haría volver a derramar más lágrimas.¿Por qué me sentía tan patética? ¿Por qué no podía rendirme y dejar de luchar, justo como él había hecho? ¿Por qué era la única que seguía luchando contra algo que no estaba destinado a ser? Septiembre, ese mes que te indica que pronto acabará el verano estaba allí. Hacía frío cuando salí del bar
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Capítulo 35 – Ser feliz con muy poco.
  Salir con él aquellos días, por las calles de Cádiz era agradable, sin tener miedo, pudiendo presentárselo a mi familia y amigos, observando como todo el mundo se moría de envidia, mientras los más allegados se alegraban por mí.   Todos sabían lo mal que lo pasé con la muerte de papá, y que nunca, jamás llevé un novio a casa.    Era demasiado feliz, paseando con él, comiendo junto a la playa, incluso nos bañamos alguna vez, aunque yo no era una persona que adorase ir a la playa a tomar el sol, me gustaban más otras cosas. Me dejó que opinase sobre su ropa, incluso mejoró algunos aspectos sólo porque yo se lo dije, y por las noches era todo un encanto, solía arroparme después de que me quedase dormida, sin intentar absolutamente nada más.   Aquella noche estaba lejos de dormirme, me había despertado tarde, fuimos a cenar a casa de tío Joaquín, con tí
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Capítulo 36 – Diferente.
 Recostaba sobre él, sentía su respiración que subía y bajaba, sin hablar de nada, tan sólo escuchando los sonidos de la noche, con su pierna izquierda metida entre las mías, me sentía tan a gusto allí, que no quería si quiera estropearlo con palabras. Pero tenía tantas preguntas, y una necesidad constante acechándome, como si tuviese que decir todo lo que sentía con palabras, como si mis propios sentimientos me estuviesen asfixiando por no decirlo.- Nunca antes lo había hecho sin condón – confesé. - Yo tampoco – aseguró. Ambos sonreímos. Nos encantaba que fuese nuestra primera vez, en muchos sentidos de la palabra – no sé si ha sido por eso, dicen que, si condón se siente más, o si es porque lo he hecho contigo, pero … - Lo sé
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Capítulo 37 – No tener cabeza.
  Le besaba, un beso tras otro, todos en su mejilla, haciéndole reír, divertido, mientras entrelazaba nuestras manos, abrazándole por detrás, después de asegurarle que él se merecía estar viviendo aquello. - No te esperaba tan cariñosa después de todos los besos que nos dimos anoche – me dijo, sonreí, volviendo a darle más besos – gracias por elegirme esta vez.   - Cómo vuelvas a decir que no lo mereces, me enfadaré mucho – le dije. Sonrió, dejándose besar por mí un poco más.   - Te hice mucho daño – me dijo. Tenía razón. Me senté sobre él, agarrándome a su cuello – María yo… - se lamió los labios, dubitativo, bajando la cabeza un momento - … me arrepiento tanto…   - Me haces muy feliz ahora – le dije – estás compensando todo ese dolor ahora.   - Fui un capullo egoísta – se quejó. Sonreí – si tuviese una má
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Capítulo 38 – Confiarse.
 La vuelta a casa fue rara. Pensé que sólo me llevaría a casa, pero no fue así, fuimos a pasear por la ciudad, cogidos de la mano, hasta llegar a un alto edificio. Intenté soltarme, pero él no me dejó, tiró de mí hacia dentro, mientras atravesábamos aquel estudio de fotografía, lucía calmado, aunque yo no lo estaba ni un poco. La gente nos observaba a medida que avanzábamos con la vista fija en nuestras manos, en la forma en la que él se aferraba a mí.  - Vamos a intentarlo todo desde otro ángulo – pedía el fotógrafo, haciendo que me fijase en él un momento. No era otro que Diego, que se quedó con la boca abierta al vernos, fijándose en nuestras manos entrelazadas. Sonrió, como un idiota – diez minutos de receso – pidió a su equipo, para luego hacerle una
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Capítulo 39 – Amigas.
 Tomaba café, en el bar de la esquina, frente a la tienda de mi prima Paula, con aquellas dos allí, conmigo. Habían insistido tanto en vernos, que no podía decir que no.Reía, después de que Camila me contase que Manuel la había invitado a pasar el fin de semana en Fuerteventura. Irían sin niños, eso era bueno para ellos, para que se conocieran un poco más. Siempre me ha gustado la buena pareja que hacían.- ¿y tú qué? – quiso saber Paula, mirándome con interés, pues no había dejado de sonreír desde que había llegado – pensamos que estarías tocada y hundida después de lo de Darío – sonreí, divertida, al darme cuenta de que ellas no tenían ni idea sobre los últimos acontecimientos entre él y yo. - Eso, cuéntanos
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Capítulo 40 – Un postre delicioso.
 Me abrazaba, como si no me hubiese visto en años, mientras yo sólo sonreía. Reconozco que me encantaba sentirme cercana a esos brazos fuertes, el calor que desprendía y su agradable colonia siempre me hacían sentir a salvo.- Actúas como si te fueses a la guerra – bromeé, haciéndole sonreír – nos vimos ayer, Darío. - Te he añorado tanto – me dijo, sin soltarme aún, varios vecinos se nos quedaron mirando, sacándome pronto los colores. Me sentía incómoda, me retiré, ante su reticencia y miré hacia él. Estaba guapo, con aquel polo celeste y aquellos jeans azules. Me gustaba mucho cuando vestía informal – estás preciosa – me dijo, poniéndome incluso más roja. Sonrió, al igual que lo hacía yo. Lo cierto es que no llevaba algo del otro
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