Tomaba café, en el bar de la esquina, frente a la tienda de mi prima Paula, con aquellas dos allí, conmigo. Habían insistido tanto en vernos, que no podía decir que no.Reía, después de que Camila me contase que Manuel la había invitado a pasar el fin de semana en Fuerteventura. Irían sin niños, eso era bueno para ellos, para que se conocieran un poco más. Siempre me ha gustado la buena pareja que hacían.- ¿y tú qué? – quiso saber Paula, mirándome con interés, pues no había dejado de sonreír desde que había llegado – pensamos que estarías tocada y hundida después de lo de Darío – sonreí, divertida, al darme cuenta de que ellas no tenían ni idea sobre los últimos acontecimientos entre él y yo.- Eso, cuéntanos
Me abrazaba, como si no me hubiese visto en años, mientras yo sólo sonreía. Reconozco que me encantaba sentirme cercana a esos brazos fuertes, el calor que desprendía y su agradable colonia siempre me hacían sentir a salvo.- Actúas como si te fueses a la guerra – bromeé, haciéndole sonreír – nos vimos ayer, Darío.- Te he añorado tanto – me dijo, sin soltarme aún, varios vecinos se nos quedaron mirando, sacándome pronto los colores. Me sentía incómoda, me retiré, ante su reticencia y miré hacia él. Estaba guapo, con aquel polo celeste y aquellos jeans azules. Me gustaba mucho cuando vestía informal – estás preciosa – me dijo, poniéndome incluso más roja. Sonrió, al igual que lo hacía yo. Lo cierto es que no llevaba algo del otro
Recostada en su cama, después de un intenso sexo, le observaba, mientras él acariciaba delicadamente mi rostro.En aquel momento no me parecía una locura lo de irnos a vivir juntos. Despertar cada mañana al lado de ese guapísimo hombre, e irme a dormir entre besos y caricias. Era como estar en el paraíso.Nos mirábamos con calma, estudiando minuciosamente los rasgos del otro, enamorados de lo que estábamos viendo, sintiendo aquella sensación en nuestro interior, abrazándonos, abrumándonos.- Quédate a dormir – me dijo. Sonreí, negando con la cabeza – ni siquiera tienes que trabajar, aún estás de vacaciones, así que …- Deja que me lo piense un poco más – pedí. Él asintió, sabiendo exactamente a lo que me estaba refiriendo – si m
Jamás, repito, jamás, dejéis que un hombre os ayude a subiros la cremallera del vestido, cuando llegáis tarde a la boda de su hermana, y más si ese hombre es tan ardiente como él.Me besaba, apasionadamente, aferrándose a mi cintura, olvidándose de todo por unos minutos.- La boda – me quejaba, entre besos, con él jadeando sobre mi boca – llegaremos tarde.- No quiero presionarte – me dijo, con la voz marcada por el deseo, metiendo su mano por el hueco de la cremallera, erizando mi piel – pero esta noche te quiero en mi cama.- La última persona que llega debe ser … - más besos – la novia, no el hermano de la novia.- Vale – aceptó, retirándose de mí, dándome un poco de espacio, tirando de mi mano, dándo
Nos sentamos en nuestras mesas, sin tan siquiera saludar a su padre.Estábamos en la mesa más pegada a la de los novios, en la cual sólo estaban los novios y los padres de estos. En la nuestra estaban los hermanos y parejas.Él me presentó en seguida. Julio, hermano mayor del novio. Tatiana, su novia. Jesús, el hermano pequeño del novio. Amaya, su nuevo ligue. Lupe, la hermana del novio, no tenía pareja.- Chicos – los llamó a todos – ella es María, la mujer de mi vida – bromeó, haciéndome sonreír. Me sentía cohibida en aquel momento, como un mono de feria.- ¿Y qué pasó con la actriz francesa? – quiso saber Lupe, que al parecer no tenía modales. ¿quién hablaría de la ex de tu novio sin cortarse un pelo, en un
Sumergida en mis sueños, en una bonita noche estrellada, sentada sobre el tronco torcido de un árbol, atenta a los hermosos sonidos de la noche, relajada, admirando el firmamento. Me encantaba aquella sensación.- Mira – dijo una voz a mi lado, levantando la mano, señalando a un punto en mitad de la nada. Lo vi en seguida, una estrella fugaz atravesando el cielo. Sonreí, porque era la primera vez que veía una - ¿has pedido un deseo? – quiso saber, aquel niño extraño, ese que solía menospreciarme a diario. Me iré a mirarle. Quizás era una de sus bromas pesadas, aunque… no lo parecía, en lo absoluto. Aunque… tampoco es que pudiese apreciar las cosas con mucha lucidez, era mi primera borrachera, y estaba bastante mareada, sentía que flotaba en aquel bosque.- ¿Qué has pedid
Dábamos una vuelta por el paseo, junto al mar, sin poder dejar de mirar hacia su hermoso rostro, era tan sumamente guapo, y … era todo para mí. Sonreí, como una tonta, encantándome la forma en la que nuestros dedos encajaban.Él lucía sumamente pensativo, cuando me detuve junto al puerto, cortándole el paso, haciéndole sonreír, apoyando las manos en sus hombros.- Me ha encantado que vinieras a recogerme a la cafetería – ensanchó la sonrisa – ¿qué tal fue tu mañana de trabajo?- Aburrida – aseguró, hizo una mueca divertida, haciéndome reír – Escucha, tengo un viaje de última hora – dejé de reír y le observé – tengo que arreglar las cosas con los franceses… - tragué saliva, porque sabía que eso significaba
Llevaba puesto un vestido blanco, palabra de honor, sin sujetador y sin bragas, y me sentía de lo más incómoda, tenía la pequeña idea de que iba a salírseme algún pecho y todo el mundo me lo vería, o peor aún, que se me notaría los pezones a través de la tela del vestido.Hacía más calor que el de costumbre, así que llevaba el cabello recogido en una coleta.Me personifiqué en su casa a eso de las nueve y media de la noche, saludé a Rafael, que me recibió con una sonrisa, indicándome que su señor me estaba esperando en la terraza.Se me cortó la respiración en cuanto le vi, y me arrepentí de no llevar bragas, iba a correrme allí mismo y mojaría las piernas y el vestido… ¡Por Dios!Estaba guapísimo, con unos pantalones blancos y una cam