Capítulo 40 – Un postre delicioso.

Me abrazaba, como si no me hubiese visto en años, mientras yo sólo sonreía. Reconozco que me encantaba sentirme cercana a esos brazos fuertes, el calor que desprendía y su agradable colonia siempre me hacían sentir a salvo.

- Actúas como si te fueses a la guerra – bromeé, haciéndole sonreír – nos vimos ayer, Darío.

- Te he añorado tanto – me dijo, sin soltarme aún, varios vecinos se nos quedaron mirando, sacándome pronto los colores. Me sentía incómoda, me retiré, ante su reticencia y miré hacia él. Estaba guapo, con aquel polo celeste y aquellos jeans azules. Me gustaba mucho cuando vestía informal – estás preciosa – me dijo, poniéndome incluso más roja. Sonrió, al igual que lo hacía yo. Lo cierto es que no llevaba algo del otro
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