Recostaba sobre él, sentía su respiración que subía y bajaba, sin hablar de nada, tan sólo escuchando los sonidos de la noche, con su pierna izquierda metida entre las mías, me sentía tan a gusto allí, que no quería si quiera estropearlo con palabras. Pero tenía tantas preguntas, y una necesidad constante acechándome, como si tuviese que decir todo lo que sentía con palabras, como si mis propios sentimientos me estuviesen asfixiando por no decirlo.- Nunca antes lo había hecho sin condón – confesé.- Yo tampoco – aseguró. Ambos sonreímos. Nos encantaba que fuese nuestra primera vez, en muchos sentidos de la palabra – no sé si ha sido por eso, dicen que, si condón se siente más, o si es porque lo he hecho contigo, pero …- Lo sé
Le besaba, un beso tras otro, todos en su mejilla, haciéndole reír, divertido, mientras entrelazaba nuestras manos, abrazándole por detrás, después de asegurarle que él se merecía estar viviendo aquello. - No te esperaba tan cariñosa después de todos los besos que nos dimos anoche – me dijo, sonreí, volviendo a darle más besos – gracias por elegirme esta vez. - Cómo vuelvas a decir que no lo mereces, me enfadaré mucho – le dije. Sonrió, dejándose besar por mí un poco más. - Te hice mucho daño – me dijo. Tenía razón. Me senté sobre él, agarrándome a su cuello – María yo… - se lamió los labios, dubitativo, bajando la cabeza un momento - … me arrepiento tanto… - Me haces muy feliz ahora – le dije – estás compensando todo ese dolor ahora. - Fui un capullo egoísta – se quejó. Sonreí – si tuviese una má
La vuelta a casa fue rara. Pensé que sólo me llevaría a casa, pero no fue así, fuimos a pasear por la ciudad, cogidos de la mano, hasta llegar a un alto edificio. Intenté soltarme, pero él no me dejó, tiró de mí hacia dentro, mientras atravesábamos aquel estudio de fotografía, lucía calmado, aunque yo no lo estaba ni un poco. La gente nos observaba a medida que avanzábamos con la vista fija en nuestras manos, en la forma en la que él se aferraba a mí.- Vamos a intentarlo todo desde otro ángulo – pedía el fotógrafo, haciendo que me fijase en él un momento. No era otro que Diego, que se quedó con la boca abierta al vernos, fijándose en nuestras manos entrelazadas. Sonrió, como un idiota – diez minutos de receso – pidió a su equipo, para luego hacerle una
Tomaba café, en el bar de la esquina, frente a la tienda de mi prima Paula, con aquellas dos allí, conmigo. Habían insistido tanto en vernos, que no podía decir que no.Reía, después de que Camila me contase que Manuel la había invitado a pasar el fin de semana en Fuerteventura. Irían sin niños, eso era bueno para ellos, para que se conocieran un poco más. Siempre me ha gustado la buena pareja que hacían.- ¿y tú qué? – quiso saber Paula, mirándome con interés, pues no había dejado de sonreír desde que había llegado – pensamos que estarías tocada y hundida después de lo de Darío – sonreí, divertida, al darme cuenta de que ellas no tenían ni idea sobre los últimos acontecimientos entre él y yo.- Eso, cuéntanos
Me abrazaba, como si no me hubiese visto en años, mientras yo sólo sonreía. Reconozco que me encantaba sentirme cercana a esos brazos fuertes, el calor que desprendía y su agradable colonia siempre me hacían sentir a salvo.- Actúas como si te fueses a la guerra – bromeé, haciéndole sonreír – nos vimos ayer, Darío.- Te he añorado tanto – me dijo, sin soltarme aún, varios vecinos se nos quedaron mirando, sacándome pronto los colores. Me sentía incómoda, me retiré, ante su reticencia y miré hacia él. Estaba guapo, con aquel polo celeste y aquellos jeans azules. Me gustaba mucho cuando vestía informal – estás preciosa – me dijo, poniéndome incluso más roja. Sonrió, al igual que lo hacía yo. Lo cierto es que no llevaba algo del otro
Recostada en su cama, después de un intenso sexo, le observaba, mientras él acariciaba delicadamente mi rostro.En aquel momento no me parecía una locura lo de irnos a vivir juntos. Despertar cada mañana al lado de ese guapísimo hombre, e irme a dormir entre besos y caricias. Era como estar en el paraíso.Nos mirábamos con calma, estudiando minuciosamente los rasgos del otro, enamorados de lo que estábamos viendo, sintiendo aquella sensación en nuestro interior, abrazándonos, abrumándonos.- Quédate a dormir – me dijo. Sonreí, negando con la cabeza – ni siquiera tienes que trabajar, aún estás de vacaciones, así que …- Deja que me lo piense un poco más – pedí. Él asintió, sabiendo exactamente a lo que me estaba refiriendo – si m
Jamás, repito, jamás, dejéis que un hombre os ayude a subiros la cremallera del vestido, cuando llegáis tarde a la boda de su hermana, y más si ese hombre es tan ardiente como él.Me besaba, apasionadamente, aferrándose a mi cintura, olvidándose de todo por unos minutos.- La boda – me quejaba, entre besos, con él jadeando sobre mi boca – llegaremos tarde.- No quiero presionarte – me dijo, con la voz marcada por el deseo, metiendo su mano por el hueco de la cremallera, erizando mi piel – pero esta noche te quiero en mi cama.- La última persona que llega debe ser … - más besos – la novia, no el hermano de la novia.- Vale – aceptó, retirándose de mí, dándome un poco de espacio, tirando de mi mano, dándo
Nos sentamos en nuestras mesas, sin tan siquiera saludar a su padre.Estábamos en la mesa más pegada a la de los novios, en la cual sólo estaban los novios y los padres de estos. En la nuestra estaban los hermanos y parejas.Él me presentó en seguida. Julio, hermano mayor del novio. Tatiana, su novia. Jesús, el hermano pequeño del novio. Amaya, su nuevo ligue. Lupe, la hermana del novio, no tenía pareja.- Chicos – los llamó a todos – ella es María, la mujer de mi vida – bromeó, haciéndome sonreír. Me sentía cohibida en aquel momento, como un mono de feria.- ¿Y qué pasó con la actriz francesa? – quiso saber Lupe, que al parecer no tenía modales. ¿quién hablaría de la ex de tu novio sin cortarse un pelo, en un