Todos los capítulos de Secreto de Amor (No. 2 Saga Locura): Capítulo 21 - Capítulo 30
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Desayunó lo preparado por August, que incluso se quedó con Nicolle hasta que fue la hora de su guardería, y le prometió llevarla él personalmente hasta allá. Y mientras los dos la acompañaban a ella a tomar el autobús para ir a trabajar, August le declaró cuánto ganaba actualmente en su trabajo, lo que la desconcertó tremendamente. Un porcentaje de ese ínfimo sueldo sería para ella y los niños, tal como había sentenciado el juez.—No necesito tu dinero —le dijo ella, y él asintió.—Ahora no, porque ganas tres veces lo que yo, pero ascenderé, me posicionaré, y luego volveremos a hablar de este tema—. Tess rio con sorna.—No me digas—. August se giró a mirarla, que estaba cruzada de brazos y con su bolso apretado en su pecho. Él puso su dedo índice sobre su ceño, masaje&
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Tess abrió los ojos y esta vez voló de la cama. Había despertado antes de que sonara la alarma, y aun así, notó al mirar el reloj, durmió una hora más. Otra vez August… o quien quiera que estuviera en su cuerpo.Salió de la habitación anudándose la bata y arreglándose un poco el cabello y se encontró otra vez una escena en la cocina. Los niños limpios y vestidos, desayunando, pero ya Nicolle no estaba sobre los hombros de su papá, sino sentada como una dama en la encimera, comiendo. Tess se cubrió la boca con la mano cuando vio que August intentaba peinar a Rori con un listón de seda rosa.—Yo haré eso —le dijo, y él la miró entre agradecido y sorprendido. Ella no estaba molesta, sino… sonriente.—¿Dormiste bien? —le preguntó volviendo a los fogones. Tess miró su espalda si
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 Los días se pasaron. August cumplió al pie de la letra su promesa de venir por los niños el sábado temprano, y luego el domingo por la mañana. No le pidió que los acompañara, tal vez intuyendo que se negaría. Cuando los vio partir estuvo a punto de pedirles que la esperaran para ir con ellos, pero luego pensó en esta tarde a solas, tomando un largo baño con una copa de vino, paz absoluta en la casa, y se contuvo.Y exactamente eso hizo. Puso música, llenó la bañera de sales y perfumes que había comprado hacía mucho tiempo y que nunca había usado, y se sumergió en ella con absoluta delicia. Tenía su cabello limpio, sus piernas depiladas, el agua seguía caliente y el vino era bueno. No se le podía pedir más a la vida.Y luego se puso a arreglar la ropa de los niños.Una mamá era una mam&aacut
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—¿Quién eres tú? —él volvió a sonreír, volvió a inclinarse y pegó su frente a la de ella.—¿Quién más voy a ser? Soy sólo… August, el idiota que te hizo llorar por tanto tiempo.—No, no… Tú…—Y alguien que se muere por estar contigo—. Tess se quedó en silencio por unos instantes, agitada no sólo por sus respuestas, sino por su abrazo—. Alguien que quiere estar aquí —siguió él con voz que parecía más un ronroneo—, justo aquí.—¿Y sólo eso? —preguntó ella con ojos llenos de malicia— ¿Te conformas sólo con estar aquí, abrazados? —por los ojos de August pasó lo que pareció ser auténtico fuego azul.—No me provoques, Tess. Sólo est&aacut
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August Warden volvió a casa de sus padres cual hijo pródigo… o eso era lo que le parecía a él cuando también Henry, su padre, lo abrazó con cariño. ¿Cómo alguien podía dejar todo esto atrás?, se preguntó nuevamente estrechando al anciano.Cuando era Adam Ellington, el exitoso millonario, nunca tuvo tanta gente alrededor que llevara su sangre y que lo amara de esta manera. Ahora estaba feliz de haber cambiado toda su fortuna por esta familia; si le hubiesen pedido voluntariamente que lo hiciera, tampoco lo habría dudado.—Estás… estás tan guapo —le dijo Beth, su madre, la mujer que lo había dado a luz. Era una guapa mujer rubia y de ojos claros que ya tenía muchas canas y arrugas alrededor de los ojos. Debían tener setenta, o casi, pero se mantenían saludables, sobre todo, porque Henry sufría del coraz&oacu
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 —Quédense a pasar la noche —pidió Beth luego de la cena, al ver que Tess empezaba a alistar a los niños para irse—. Ustedes no tienen coche, y mañana es domingo… Me encantaría que se quedaran, ¡llevaba tanto tiempo sin verlos!—August tiene que trabajar —arguyó Tess, mirándolo, y éste sólo se encogió de hombros.—No mañana —contestó.—¿Quieres quedarte?—Si se quedan tú y los niños, sí.—Pero…—Fantástico —sonrió Beth tomando aquello como un sí y se puso en movimiento—. Arreglaré la habitación de siempre.—Beth, linda…—Oh, cierto… —se detuvo la mujer mirándola un poco desconcertada—. Ustedes ya no duermen juntos.—E
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Se acercó unos pasos a él mirándolo un poco analítica. Él tenía puesto un pantalón y una camiseta viejas que debían ser de Henry y de varias tallas más grande que él. Se veía un poco perdido allí dentro de esa ropa.—Te ves bastante gracioso con ese pijama —se burló.—Y tú estás increíblemente sexy con ese deshabillé—. Tess se miró a sí misma y hubiese querido soltar la carcajada, pero se contuvo. Esa palabra francesa se le había oído exquisita en su boca.Como si su cuerpo se mandara solo, se sentó a su lado en el sofá y lo miró atenta.—Tú… —se quedó en silencio, y él no dejó de mirarla, como si la estudiara, como si tuviera luego la intención de ir a pintarla en un lienzo tal como estaba ahora.
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Los niños no querían irse de la casa de sus abuelos, y trataron de convencer a sus padres de mil maneras para quedarse un día más. Kyle prometió portarse bien, Rori rogó hasta casi llorar, y Nicolle simplemente miraba a todos derrochando sonrisas y encanto. Pero tenían que irse, así que luego de almorzar, tomaron sus cosas, se despidieron de los abuelos, que casi lloran con los niños, y volvieron a casa. August iba pensando en la fuerte necesidad de un coche, y debía empezar a ahorrar para conseguir uno. No podría ser de último modelo, ni siquiera uno nuevo, pero lo necesitaban.Llegaron a la casa, y Kyle se fue a su habitación un poco enfurruñado, y Rori y Nicolle se quedaron en la sala jugando con sus muñecas.—Deja eso —le dijo August a Tess cuando la vio sacar la ropa de los niños del bolso que había llevado consigo y llevarlo al cuarto
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Se pasaron los días, y a pesar de la distancia que Tess había puesto entre los dos, August no le hizo ningún reproche; más bien, aceptaba sus términos… Él sólo debía seguir siendo paciente. Le estaba dando el espacio que necesitaba, y el poder de decidir cuándo y cómo quería estar con él. No importaba cuánto doliera, cuánto costara, él debía esperar, y no podía pretender que en un par de meses una mujer olvidara lo que había sufrido por años.—Llegas temprano —le dijo Tess un sábado al mediodía. Él la miró sonriente y se inclinó para besarle la mejilla. Esa mañana lo habían vuelto a ascender, y ahora ganaba casi lo mismo que Tess. Pero no era motivo para una gran celebración, su meta era llegar tan alto como pudiera, y ya en su mente estaba planeando cómo. A partir
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Finalizaba ya el mes de noviembre, y las brisas se ponían cada vez más frías. Sin embargo, Tess se quitó la bufanda y liberó su cabello, que le caía sólo un poco más abajo de los hombros, y cerró sus ojos escuchando el rumor de las olas al chocar. Estaba frío, y las mejillas se le pusieron rojas casi al instante.Qué pacífico, pensó con un suspiro. Por primera vez en mucho tiempo sintió que todo estaba bien. Los niños estaban bien, en casa no faltaba nada, tenía unos buenos amigos y familia política que la apreciaban, y estaba aquí, frente al océano Pacífico, en total calma, en paz consigo misma.Había tenido que dejar ir muchas esperanzas, pero también algunos miedos, para poder conseguirlo. Adam no estaba, no volvería, y aunque en el fondo le dolía, ahora era capaz de aceptarlo. La vida a veces te nega
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