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El cuarto novenario
–Yo creo que esta oportunidad que ha conseguido el presidente con la empresa constructora, en referencia a la modernización de la ciudad, es perfecta y muy acertada. –Dijo Chico  en medio de una conversación en el centro de la sala de la casa de los Escalante.–Yo creo que debemos licitar la mano de obra nacional, está muy calificada. Lo acaban de demostrar con la Catedral, Las Mercedes.–Nadie ha dicho que la mano de obra se será nacional.–¿Pagándole cuánto? –Intervino papá apareciendo con una taza de chocolate caliente en las esquina de esa misma sala donde Chico con otro par de caballeros intercambiaban opiniones.–Les pagarán con la moneda verde.–No es suficiente Chico. –Insistió papá. –Tú y yo somos buenos jefes, apoyamos a nuestros trabajadores, quisiera pensar…–¿Qu&
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En la oscuridad, solo su cabello
–¿Cómo dijiste muchacho? –Pablo fue muy rápido y tomó al moreno de la camisa para levantarlo.–No puede ser cierto. – No solamente sentí frío, fue horror, miedo de enfrentar una noticia tan fatal como esa. Gonzalo salió cuando ya había anochecido, ¿A dónde fue? ¿A buscar a Flor? Tambalee.–Yooo no sé si sea así, solo corrí después que…–¿Después de qué? –Pablo seguía sosteniéndolo.–Después que le dispararon y cayó.–¡Nooo! –Grité aterrorizada, no, mi hermano no, Gonzalo no.–Virginia ve adentro, yo iré con él a la casa de los Castro.–No, no Pablo, yo también iré.Pablo lo soltó y se volteó para mirarme a mí, estaba tan asustado como yo.
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Culpables
De nosotros, solo papá fue al entierro de Flor Castro. Nos contó que parecía un ángel dormido dentro del cajón. Que las flores blancas que la rodeaban eran el lecho de muerte más hermoso que viera nunca y que lo hizo pensar mucho sobre sus días de vida.Cuando lo dijo Gilberto fue y lo abrazó con mucha fuerza. Todos estábamos abatidos por la falta de ella, nos parecía un sueño, o más bien una pesadilla.Flor murió a causa de un fuerte golpe en la cabeza cando cayó.Murió sin sufrir según nos dijo papá, fue instantáneamente.La enterraron tres días después del terrible suceso y mientras, nosotros acompañamos a Gonzalo en el hospital.Cuando Astrid lo fue a visitar, se sacó un guante color crema de la mano y con los ojos hinchados, me imagino que de llorar, le dijo:–Ya estarás s
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En el cielo
Y así, la situación en nuestra casa cambió. Éramos los mismos, pero nuestros hábitos variaron, los horarios, las conversaciones. Los juegos y las risas pasaron a un segundo plano ahora que Flor se había ido y Gonzalo estaba en una cama.A él se le acomodó lo mejor que se pudo la habitación que le pertenecía a Astrid. Yo misma ayudé a Carmen a cambiar cortinas  y mantener siempre la ventana abierta. Si él se incorporaba un poco, con una almohada en la espalda, podía ver hacia afuera.Quizás ya no era de su interés, pero era una manera de hacer que no olvidara que seguía vivo, que había un afuera, a pesar de que en ese afuera no existía ya su Flor.Mi rutina por supuesto cambió completamente. Desayunaba a prisa para ir con él. Temprano mamá le llevaba su comida y se encargaba de que si desayunara. A veces las insis
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Capitanes
Chico Castro entró a su habitación antes de las once de la mañana. Tenía los ojos hundidos, se sentía afligido la mayoría del tiempo. Impotente ante los hechos que sucedieron en su casa. Un hombre como él, ¿Cómo era posible que le sucediera algo así? ¿Cómo no vio venir lo que sucedería? ¿Dónde estuvo toda la vigilancia? ¿Y por qué vigilarla y empujarla a lo que sucedió?Debía reconocer que por primera vez sentía algo en su pecho muy parecido al odio. No había canalizado exactamente hacia quienes, pero el dolor lo hacía odiar. Lo hacía no poder dormir, lo hacía tomar, y mucho.–¿No crees que es muy tarde para que sigas en la cama?Le preguntó a Consuelo cuando la vio envuelta en las sabanas. El cabello enmarañado, los ojos desgastados.–¿Y tu no crees
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La visita
Todavía adormitada llegué a la cocina. En cuanto me vieron, Charito, Carmen y Auxiliadora me saludaron unas con un gesto de la mano y otra con un gesto de sus cabezas. Las veía rápidas, tratando de sacar el desayuno a toda velocidad.Desde la madrugada llovía. Me había costado mucho dormir. Inclusive cuando lo conseguí quise despertarme, pues ya volvía a tener esa pesadilla junto a Santos. Esta vez, él me esperaba en la entrada de la iglesia y yo retrocedía queriendo correr por toda la plaza Bolívar.–Buenos días, ¿las ayudo en algo?Negaron las tres al mismo tiempo con la cabeza.–¿Comerás aquí? –me preguntó Carmen.–No sé, sí, creo. Milagros sigue dormida, ¿por qué tanta prisa?–Gonzalo se irá hoy, sale en un rato con Pablo y Harold donde unos familiares de P
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Sacrificio
Nos fuimos a la cama temprano. Yo estaba cansada y pasadas las seis comenzó a llover. Mamá no habló en la cena, estaba aún llorando por Gonzalo y papá, él nos contó algo sobre la palabra Sacrificio.Todos hacemos Sacrificios alguna vez en nuestras vidas. Es una palabra bonita pero que encierra detalles dolorosos, muy tristes, porque quien se sacrifica, por la causa que sea, casi nunca es feliz.El sacrificio debe hacerse de manera sincera, desde el corazón. Se llama sacrificio por lo que cuesta decidirse hacerlo, eso pensé cuando papá nos explicaba lo importante que era estar consciente de lo que acarrea hacer un sacrificio, lo mucho que se gana por otro lado, ganan los que no se sacrifican. La palabra entonces abarcó nuestra cena bajo los oídos atentos de los hijos de este hombre que quizás se estaba sacrificando con su silencio para no causar un caos familiar.–No
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Todo en un día
–No, no, no, noooo– Mi propio grito me despertó.  A mi lado Milagros saltó de la cama para verme sobresaltada también por mi estallido.            –¿Qué te pasa? –Me preguntó completamente despierta.            Miré a mi alrededor. Estaba sudada, Aun no aclaraba pero ya era de día. La miré a ella en mitad de la tenue oscuridad. Todavía podía sentir el velo rozar mi rostro. Era blanco, suave, casi me picaba y olía a flores.            –Nada, estaba …tuve una pesadilla.            –Si quieres puedes pasarte  a mi casa. –Dijo y volvió a tirarse sobre la almohada.   &nb
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La verdad
No sé si primero fue el golpe o mis ojos abiertos. Tal vez todo junto, al mismo tiempo medio segundo después el grito de mamá. Me moví fuera de la cama corriendo, todavía no amanecía, tuve que encender la luz para abrir y salir al pasillo.–¡Pedro! ¿Qué te pasa Pedro?Abrí la puerta de su cuarto, papá trataba de levantarse y no podía.–¡Papá! –Junto a mamá traté de levantarlo, pero papá era un bulto pesado.Gilberto llegó al cuarto y detrás de él Milagros.–¿Papá! –Mi hermano se tumbó junto a nosotros y levantó el rostro de papá. Me asusté. Estaba pálido, muy pálido y sus ojos eran otros ojos. –Déjame levantarte.No sé en qué momento lo solté y vi todo desde el piso.–Pedro l
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Conversaciones
–Papá ¿puedo pasar? –Me asomé a la puerta de su oficina y lo vi ordenando papeles.–Virginia, sí, pasa. –Vestía listo para salir,  guayabera verde aceituna, pantalones grises. –Estuviste muy callada anoche en la visita de tu hermana ¿pasó algo allá?La cena. Astrid y su enorme barriga pegando de la mesa. Comiendo hasta más no poder. Su esposo, Santos, tan cariñoso con ella, como siempre. Comió a su lado.Él y papá hablaron del nuevo negocio de construcción donde Chico Castro y mi padre eran socios y por otro lado Astrid le contaba a mamá todos los planes que tenía para cuando naciera el niño o la niña.¿Qué podía haber dicho yo? Solo escuchar. Milagro sí habló.–Cuando salgas de esa barriga tendrás que luchar para deshacerte de la otra barriga
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