3. Un pequeño malentendido. CALIPSO.
De pie, en la puerta de su taller, observábamos la lluvia caer frente a nosotros, mientras sentía su mano aferrarse a la mía, sin tan siquiera girarme a mirarle. Aquello era una locura, estar con él de nuevo, aceptarle de aquella manera, no porque no quisiese hacerlo, no porque tuviese miedo de él, sino por mí. Ya no me sentía digna de él, no después de acostarme con mi hermano noche tras noche, y sabía que cuando él se enterase de esto sería el fin.No podía dejar que él se enterase de lo que hacía con mi hermano, de que su amistad con él también era obra mía, así que, por supuesto, la mejor solución era alejarme, no volver a estar con él. Pero como de costumbre, por mucho que mi mente quiera hacer una cosa, por mucho que sepa que eso es lo mejor para mí, mi corazón me guía hacia
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