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3. Un pequeño malentendido. CALIPSO.

De pie, en la puerta de su taller, observábamos la lluvia caer frente a nosotros, mientras sentía su mano aferrarse a la mía, sin tan siquiera girarme a mirarle. Aquello era una locura, estar con él de nuevo, aceptarle de aquella manera, no porque no quisiese hacerlo, no porque tuviese miedo de él, sino por mí. Ya no me sentía digna de él, no después de acostarme con mi hermano noche tras noche, y sabía que cuando él se enterase de esto sería el fin.

No podía dejar que él se enterase de lo que hacía con mi hermano, de que su amistad con él también era obra mía, así que, por supuesto, la mejor solución era alejarme, no volver a estar con él. Pero como de costumbre, por mucho que mi mente quiera hacer una cosa, por mucho que sepa que eso es lo mejor para mí, mi corazón me guía hacia otro totalmente diferente y peligroso.

  • Esta vez – comenzó, haciendo que me girase para mirarle, sin soltar su mano, aún – ignora lo que todos los demás digan de mí y céntrate sólo en mí, ¿podrás hacerlo? – bajé la mirada, sin saber que responder ante aquello.

  • ¿y tú? – pregunté hacia él, levantando la vista para mirarle, observando su rostro confundido - ¿vas a dejar de acostarte con Sandra o …?

  • Te daré la exclusividad – aseguró, haciéndome sonreír, como una idiota, pero perdí la sonrisa tan pronto como me acordé de Diego.

  • Lo mantendremos en secreto – imploré, casi tan rápido que apenas le dejé tiempo a recomponerse. Me miró con interés, como si supiese por qué le estaba pidiendo aquello, cómo si una parte de él supiese que era lo que escondía. Así que me vi en la obligación de explicar mis palabras – no quiero más malentendidos por un tiempo.

  • De acuerdo – aceptó, levantando mi mano, para besarla tiernamente con sus labios, y luego volvió a mirarme, como si estuviésemos cerrando un trato – exclusividad y secreto – asentí con la cabeza, y entonces él sonrió, tenuemente, como si sospechase que aún tenía algo más que contarle.

Creo que una parte de él lo sabía, que yo escondía algo, y no era difícil, yo solía ser un libro abierto, lo reflejaba todo en mi cara.

  • Deberíamos volver – dije, al fin, tras un pequeño e incómodo silencio – deberíamos…

  • Cali – me llamó, haciendo que me detuviese y dejase de pensar en marcharnos a la discoteca - ¿hay algo que quieras contarme? – preguntó. Bajé la cabeza, aterrada, y tragué saliva antes de contestar.

  • No – mentí, y pude notar la cara de extrañeza en su rostro, como si se sintiese defraudado, porque él lo sabía, que no le estaba diciendo la verdad.

Caminamos hacia su moto en silencio, justo después de eso, y cuando casi habíamos llegado a ella él me detuvo, agarrándome del brazo, para que dejase de avanzar y le prestase atención.

  • Sigo siendo yo, Cali – me dijo, agarrando mi barbilla con su mano libre, obligándome a mirarle – puedes contarme cualquier cosa – insistió, como si mi respuesta de hace un momento no le hubiese bastado. Tragué saliva, aterrada de que pudiese enterarse de la verdad y él cambió su mirada, lucía extrañado de mi actitud – si ese hijo de puta de Martín te ha puesto una mano encima, de nuevo… - se detuvo, algo cohibido, porque se suponía que él eso no debía saberlo, así que… ¿cómo se había enterado sobre el tema de mi padrastro? ¿se lo habría contado Diego?

  • No ha sido Martín – fue lo único que pude decir, haciendo que él levantase la ceja, en señal de que estaba aún más preocupado - ¿cómo sabes lo de Martín? – me atreví a preguntar, intentando cambiar de tema.

  • Lo supe tan pronto como te dejé en esa casa – me dijo, provocando que le mirase extrañada, pero entonces recordé la conversación que tuve con su madre, y me calmé. Pues fue él el que me llevó a casa aquella noche, fue él el que se culpó por lo que pasó después – No recuerdas nada de esa noche, ¿verdad? – preguntó.

  • Gracias por lo de esa noche – le dije, dejándole algo confundido, porque se suponía que yo no debía recordarlo – gracias por cuidar de mí, Mateo, aunque ni siquiera sabía que lo hacías.

  • Siempre cuidaré de ti, Cali – me aseguró, dedicándome una tenue sonrisa, para luego ponerse un poco más serio – por eso, si me dices que ese hijo de puta ha vuelto a hacerte daño, te juro que…. – resopló, molesto, incapaz de continuar, bajando sus manos y su mirada, tocándose el cabello, molesto, apretando los dientes con rabia, para luego levantar la mirada hacia mí, y concluir lo que estaba diciendo - … no voy a quedarme quieto como hice aquella vez.

  • No ha sido Martín – repetí, para luego darme la vuelta, con la intención de seguir avanzando hacia la moto, pues parecía que aquella conversación había terminado, pero no fue así.

  • ¿Quién ha sido? – preguntó, haciéndome palidecer, aterrada de darme la vuelta y enfrentarle, no estaba preparada para que él supiese la verdad, para reconocer ante él que me acostaba con mi hermano – sé que pasa algo, Cali, te conozco – aseguró, posicionándose delante de mí, obligándome a mirarle, pero no lo hice, seguí con la mirada fija en el suelo, incapaz de decir una palabra.

  • ¿Puedes darme algo de tiempo? – pregunté, haciendo que él me mirase, sin comprender, mientras yo levantaba la mirada y la posaba sobre la suya – antes de responder a esa pregunta, necesito …

  • ¿estás saliendo con alguien? – preguntó, algo defraudado, haciendo que le contestase casi al instante.

  • No – me quejé, haciendo que él volviese a agarrar mi barbilla, acercando su rostro al mío – no es eso, Mateo.

  • ¿Te acuestas con alguien? – insistió, quedándome estática, sin poder contestar. Él lo comprendió en ese justo instante, que era lo que ocurría, pues apartó su rostro y su mano de mí, lucía extremadamente triste y eso me derrotó terriblemente - ¿le quieres? – lanzó, aterrado de que mi respuesta fuese afirmativa. Negué con la cabeza en respuesta - ¿vas a dejar de acostarte con él?

  • Es complicado – le dije, haciendo que él se rascase la cabeza, molesto – Teo… - intenté agarrar su mano, pero él se echó hacia atrás, para impedirlo.

  • No pensé que fueses esa clase de persona – me dijo, bastante defraudado con todo aquello, haciéndome negar con la cabeza, una y otra vez, mientras él lucía tan triste que me mataba por dentro – pensé que querías que el sexo fuese con alguien especial.

Mis lágrimas cayeron en ese justo instante, al escuchar sus palabras. No quería que él pensase así de mí, no quería que pensase que había alguien más, porque no lo había, pero no podía decirle la verdad, aquello lo destrozaría, a ambos, y eso no podía permitirlo. Él ya había sufrido demasiado con lo de su madre, tenía que protegerle de aquello.

  • Es tarde – me dijo, tras unos minutos en silencio, mirando hacia la nada, incapaz de perderse en mi mirada – deberíamos volver.

  • Teo – le dije, agarrando su mano, tan pronto como él se hubo puesto en marcha, provocando que se diese la vuelta y se soltase de malos modos.

  • No tengo ningún derecho a complicar tu vida, Cali – se quejó, molesto, sin tan siquiera mirarme a la cara – así que olvida todo lo que te he dicho esta noche – pidió, haciendo que mis lágrimas cayesen al escuchar aquellas palabras.

Dejé que se marchase hacia la moto, y me quedé allí, estática. Se puso el casco y arrancó la moto, antes de llamarme, pero ni siquiera contesté, estaba absorta en mis pensamientos, no podía quitarme de la cabeza aquella promesa que le hice a su madre, “debía cuidar de él” “no podía dejar que él volviese a sufrir” “ya había sufrido suficiente con lo acontecido con su madre”

  • Cali – me llamó, frente a mí, agarrándome de los hombros, mirándome con interés, mientras yo pensaba en el momento en el que él había llegado allí, pues ni siquiera me había percatado de ello – estoy siendo un capullo – aceptó, levantando sus manos, hasta llegar a mi cuello, para luego levantar sus dos pulgares y limpiar mis lágrimas – pero no puedo compartirte con otro tío – insistía, mirando con atención hacia mis ojos – me has pedido exclusividad, y te la he dado, pero tú… ni siquiera te planteas dejarle.

  • ¿puedes esperar un poco de tiempo hasta que le deje? – pregunté, aterrada de perderle, porque él tenía razón en todo lo que había dicho – hablaré con él esta noche y …

  • ¿le quieres? – volvió a insistir. Y era lógico que pensase de esa manera, pues la forma en la que estaba actuando así lo demostraba.

  • No – volví a responder – pero es un tema complicado.

  • Si le quieres no insistiré más, Cali – me decía, haciéndome negar con la cabeza al escucharle decir aquello – no volveré a molestarte si me dices que …

  • No le quiero – dije una vez más – por favor no pienses cualquier cosa.

  • ¿Me lo explicarás cuando cortes con él? – preguntó, con interés. Asentí, pero lo cierto es que no estaba segura del todo de poder hacerlo con sinceridad, no cuando ambos teníamos tanto que perder – No voy a acostarme contigo hasta que no dejes de hacerlo con él, eso lo sabes, ¿verdad? – asentí, algo dolida por sus palabras. Él nunca había sido así de duro conmigo, pero supongo que me lo merecía, o al menos eso era lo que él pensaba. Creía que yo me acostaba con otro tío porque necesitaba hacerlo, pero eso no era cierto, lo hacía porque no tenía más remedio – házmelo saber cuándo lo hagas – insistió, provocando que algo volviese a doler dentro. Me sentía tan humillada en aquel momento, pero ni siquiera pude decir nada más, pues él agarró mi mano y tiró de mí hacia su moto.

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