MATEO.
La observé aterrada tan pronto como escuchó a su hermano admitir que se la llevaría, pero me sonrió, intentando lucir calmada, antes de dejarse arrastrar por Diego hacia los aparcamientos.
Corrí tras ellos, pero no podía encontrarlos, no fue hasta que llegué a los aparcamientos cuando los vi. Ella lloraba a lágrima viva, mientras él la golpeaba con dureza en el rostro, lucía tremendamente enfadado.
CALIPSO.Su polla salió, cosa que agradecí bastante, fue hasta la mesilla de noche, agarró el teléfono y resopló para luego mirarme.Quiero la doble penetración después de esto – aseguró, para luego coger el teléfono y saludar a su amigo – dime Mateo – se quedó callado durante un minuto y luego habló – vale, deja que me ponga algo, estoy en el hospital en dos minutos – colgó y luego me miró – el padre de Teo necesita que alguien lo lleve a casa, y él no tiene el coche allí, así que… tengo que ir – me comunicó, llegando hasta mí – más te vale tener el culito bien abierto cuando vuelva, porque voy a querer esa doble penetración cuando vuelva – me dijo, para luego abrir la mesita de noche, agarrar el pene de goma y ponerlo sobre la cama – ve prac
Tuve que poner mucha fuerza de voluntad para no entregarme allí mismo al deseo. Pero aún no era el momento, no cuando acababa de ser herida de aquella forma. Necesitaba tiempo para sanarme, aunque me muriese de ganas de hacerlo con él.Aún no es el momento – aseguró, como si pudiese leerme la mente – te llevaré a casa, mañana, para que cojas algo de ropa y luego te llevaré con tu madre – me dijo – no pienso volver a dejarte a solas con él.¿él sabe que estoy contigo? – pregunté, con un hilo de voz, aterrada de que su respuesta fuese afirmativa.Se lo imagina – respondió, sin intención de decir nada más.¿no vas a preguntarme sobre ello? – insistí, sin comprender cómo pod&iac
Ella no dijo nada en todo el camino, ni siquiera cuando llegamos a su casa y llamamos a la puerta lo hizo. Podía notarla un poco nerviosa. Seamos sinceros, ella lucía aterrada.Pasé mi mano por detrás de su espalda y la apoyé sobre su cadera, obligándola a mirarme, en el mismo instante en el que la puerta se abría y aparecía Tammy, la cual lucía tremendamente preocupada.Cali – reconoció, para luego apartarla de mí, y abrazarla con fuerza - ¡Dios! Estábamos tan preocupados…Estoy bien – aseguró ella, para luego soltarse de ella y buscar mi mano, haciendo que la entrelazase con la mía – sólo necesitaba unos días para desconectar.Las cosas fueron mucho mejor de lo que esperaba. Ella entró en la casa, junto a mí, y subió a su habitación
CALIPSO.Mis días con mi madre fueron diferentes a cómo había imaginado. Para empezar ella se pidió unos días en el hospital para pasarlos conmigo, y eso hizo que hiciésemos muchas cosas juntas, para empezar, decoramos la casa juntas, lo pusimos todo: desde las luces de navidad, el árbol, las tiras, decoraciones, los calcetines sobre la mesita del recibidor (ya que no teníamos chimenea), el portal de belén, y un largo etc. Y para mi sorpresa lo disfruté muchísimo, lo echaba de menos, tener a mi madre de aquella manera.Había recuperado a mi madre, y eso me hacía inmensamente feliz.Fuimos juntas de compras, hicimos miles de planes para cuando viniese a vivir con ella del todo, en cuanto terminase el curso.Y todo ello se fue intercalando con miles de otras cosas, almuerzos con sus compañeras y amigas de trabajo, paseos por la ciudad, y, sobre
Aún no podía creerme que estuviese allí. Era una puta locura, estar allí, en casa de su madre, observándola con detenimiento, mientras la mujer me asesinaba con la mirada, y ella hablaba animadamente con una chica sobre sus sueños después de acabar la carrera, quería convertirse en una abogada social, para ayudar a sus familias a reunirse. Me encantaba verla hablar sobre ello, y creo que en aquel momento la miré con tanta intensidad que ella se dio cuenta, me miró sin comprender, con una enorme sonrisa en el rostro, haciéndome sonreír como un idiota.¿Estáis saliendo? – preguntó la voz de su madre junto a mí, haciendo que ella perdiese la sonrisa y mirase hacia su progenitora, enfadada por su pregunta. Yo tan sólo sonreí y bajé la mirada antes de contestar.Podrí
Hacía más de media hora que Teo se había marchado, y aún me encontraba allí, mirando hacia la nada, en la oscuridad de la noche, frente a mi casa, sintiendo como mi corazón dolía cada vez más, mientras mis lágrimas seguían saliendo, y mi labio inferior temblaba.Aún no podía quitarme de la cabeza sus últimas palabras: “Mereces que ellos te violen, una y mil veces”Ni siquiera quería pensar en lo que acababa de pasar. Él se había ido, y parecía que no iba a volver.Me sentía como una idiota. ¿cómo había podido pensar que esa vez sería diferente, que podría ser feliz, que nada nos separaría?Mi madre apareció, casi cinco minutos después, con una chaqueta, arropándome con ella, pero yo ni siquiera podía mirarla, aún
DIEGO.Las vacaciones de navidad habían llegado a su fin, los niños volvieron a los colegios, los trabajadores a sus trabajos, y Cali volvió a casa, aunque no para quedarse, vino a recoger algo de ropa, para mudarse a casa de su madre, definitivamente. Al parecer, vendría todos los días desde la ciudad para asistir a sus clases de la universidad.Ni siquiera pude retenerla o dirigirle la palabra, pues ella no estaba sola, venía con una amiga, una tal Bekah, una chica de cabello rizado, rubio, alta, labios rosados, ojos celestes, alta y muy guapa. Pero eso no fue lo que más me llamó la atención de todo aquello, lo curioso del asunto, es que mi hermanita, no parecía ella misma. Había cambiado demasiado.Nada más entrar por la puerta, con una sonrisa en el rostro, con pasos firmes y decididos, sin una pizca de miedo en su rostro, y cie
CALIPSO. Miraba hacia Bekah, agradecida de que me hubiese salvado de las garras de Teo. Estaba aterrada, había estado a punto de ser besada por él. No quería eso, no quería volver a sentirme querida por él, no quería volver a abrir mi corazón a nadie más. Aún podía recordar sus palabras, las de la última vez: “mereces que todos te violen, una y otra vez” Me parece una idea genial – aseguré, reponiéndome de aquel inconveniente, con rapidez, para luego mirar hacia él – soy una mentirosa y una puta, ¿recuerdas? – pregunté, hacia él – no vuelvas a olvidarlo – y tras decir esto, me marché, junto a mis amigos. Pasé por al lado de Diego, sin tan siquiera mirarle, y continué mi camino hacia el coche de Jonathan, en el que habíamos venido. Podéis quedaros esta noche en mi casa – comenzaba, mientras nos subíamos en su auto, hacia mi amiga – prometo ser un chico cortés.