Ana se despertó, y se levantó del sillón. Fue a su cuarto y se arrodilló en la cama y empezó a orar: Padre amado, gracias por un día más de vida, toda la gloria sea para ti, Dios mío gracias por protegernos y darnos el aliento de vida, te entrego este día que todo sea para tu gloria eterna, dame fuerzas para luchar contra el mal, haz de mi familia parte de tu ejercito inmortal, llévame ante los pies de Cristo, permíteme llorar en su manto, lléname de gozo y gratitud, en el nombre de Jesús, amén. Terminó de orar y leyó su porción diaria de las escrituras, se quedó meditando en lo que decía Salmos 8: ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; de la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al
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