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Capítulo 5

Pasaron varios meses hasta diciembre, estaban en el Hotel Intercontinental celebrando la graduación de bachillerato de Jaime; eran veinte graduandos, Alicia iba con un vestido rojo, Ernesto de smoking y Ana con un vestido negro. Todos los compañeros de Jaime se tomaban fotos en grupo esperando la ceremonia de graduación. Mientras la directora daba las palabras de bienvenida a los padres, los muchachos estaban afuera esperando el anuncio para que pasaran con la canción que habían practicado.

            La graduación de Alicia había sido en el mismo hotel, pero ella no asistió para no hacer gastar a sus padres los doscientos dólares que había que pagar, a diferencia de Jaime, Alicia sabía el valor de las cosas y le pareció para esa época de su graduación que pagar tal cantidad era un desperdicio de dinero. Alicia se graduó con honores, y como no llegó, entonces quien dio las palabras de graduación fue la segunda mejor alumna del grupo. Jaime estaba contento, en unos meses empezaría a cursar la licenciatura en teología en el Seminario Bautista. Todo el semestre pasado se dedicó a estudiar con esmero para obtener las mejores calificaciones y al igual que su hermana se graduó con honores y le tocaba dar el discurso. El hijo de Federico, Rodolfo, había sido el segundo en el cuadro de honor. Siempre competía con Jaime para ver quién obtenía las mejores notas, pero era inevitable, Jaime era mejor en todo, en matemáticas, en lengua y literatura, física y educación cristiana. Aunque esta última no requería tanto esfuerzo. Aun así pasó con cien los dos semestres. Alicia odió la materia de educación cristiana, en primer lugar porque las tareas consistían en llenar el cuaderno de citas bíblicas y memorizarlos para los exámenes. De igual manera dio su mayor esfuerzo porque no podía darse el lujo de pasar con baja nota una clase, quería entrar a la universidad con una beca completa, y lo logró, entró a la UCA con una beca completa y con un estipendio de mil córdobas. Alicia iba para tercer año de sociología, dejó el trabajo de mesera porque consiguió empelo como encuestadora, aunque no era algo que le entusiasmaba era mejor que ser mesera, y además le pagaría mejor, además de eso se había aplicado al PIEG (Programa Interdisciplinario de estudios de género) como asistente de investigación.

            Durante esas fechas ganó un concurso de ensayo sobre políticas públicas que organizó la UPOLI. Había pasado semanas en investigación en la biblioteca buscando libros con referencias al tema específico. El tema era sobre las políticas sociales con perspectiva de género. Ensayo que escribió con muchas ganas debido a que le encantaba el tema. De veinte que enviaron sus ensayos, Alicia resultó la ganadora. Y obtuvo algo de dinero y reconocimiento. También participó en la jornada de Jóvenes Investigadores de la UCA con el mismo tema del ensayo y obtuvo un premio de primer lugar. A los jueces les gustó el tema y así logró ganar además de los ciento cincuenta dólares, una placa conmemorativa, además eso lo anotó en su currículo para aplicar al PIEG. Debido a los frecuentes femicidios en el país, Alicia fue a varias marchas de las feministas, estaba enrolada con líderes feministas, y tenía buen futuro como investigadora y activista política. El pastor no se metía en nada de política porque al parecer había muchos feligreses simpatizantes del gobierno, y temía que lo expulsaran por subversivo. Varios de los diáconos, como Federico, eran simpatizantes del gobierno, y su papel como diácono tenía poder junto con los demás para expulsar al pastor por cualquier razón. Alicia sabía de esta situación de la iglesia, además de su indiferencia por las actividades, también le valía un pepino de lo que hablaran los misóginos (así los consideraba) de los diáconos, nunca se metían de lleno en la política nacional, le parecía que todo era un chiste, y se sentía mal porque su padre era parte de eso. Y, su pobre madre también. No la entendían, para ellos era una jovencita desubicada. Pero a pesar de eso, era su hija, y vivía en su casa bajo sus reglas.

            Alicia tenía planeado mudarse pronto de su casa para ir a vivir con una amiga feminista que alquilaba en la colonia Villa Tiscapa. Con su nuevo trabajo como encuestadora y su pronto puesto como investigadora en el PIEG le darían los recursos necesarios para mudarse, y eso era lo que más soñaba, no soportaba el diario vivir de sus padres entregados a la religión como nefastos fanáticos. Sabía que el fanatismo era dañino para la comunidad que luchaba por los derechos humanos. Po eso razón lamentaba que había nacido en la familia equivocada, lo único que apreciaba de su padre era que también amaba la literatura, pero había entregado su vida a la causa de Cristo, y  le parecía una estupidez luchar por la causa de Cristo antes que por las causas políticas. Ella sabía muy bien el discurso cristiano, y entendía la dialéctica del que no cree es porque Dios lo ha enceguecido con las ciencias. Le parecía que esa idea fatalista y providencialista era un ridiculez para someter a las masas y mantenerlos dóciles antes las causas de la sociedad. Porque eso es lo que pasa con el cristiano, se enfoca en lo celestial, y se despreocupa de lo terrenal. Olvidando y dando por hecho que lo único importante es Dios. Cuando cabe la posibilidad de que no exista, o sea una invención del hombre para aplacar sus miedos. También que cada cultura cree en un dios o dioses, pero para la comunidad de Ernesto, los bautistas, todo eso era idolatría.       

             Los últimos meses Alicia había pasado planeando su mudanza, ya se imaginaba viviendo sola, y dedicarse a su mundo como activista política feminista e investigadora. Era su sueño emanciparse de sus padres y olvidarse de sus discursos. Le daba tanto pesar su madre porque era una mujer sometida al cristianismo, y por decirlo así, sumisa ante Ernesto porque no tenía de otra, la Biblia le ordenaba que las cosas eran así.

Alicia le había tomado cierto cariño a Rodolfo, y pensaba que estaban listos para dar el siguiente paso. Y sin ninguna pena le propuso una relación exclusiva. Rodolfo quedó perplejo ante tal proposición. Desde su visión un poco machista le pareció que las cosas no debían ser así, pero aceptó la propuesta de Alicia y desde el segundo semestre empezaron a salir. Rodolfo también era activista político, y trabajaba como asistente investigador en el IHNCA. Estaba enamorado de Alicia, pero ella no tanto por él, sabía que no podía ceder todo el terreno a su corazón, por eso guardaba cierto espacio para no enamorarse. En primer lugar porque apreciaba su soledad, y aunque la relación no era demandante, prefería mantenerse a raya con su soledad y su monasterio literario. Alicia cumplió diecinueve años en noviembre, sus padres le hicieron una fiesta en casa, compraron un pastel y le cantaron las mañanitas y feliz cumpleaños.

            Jaime cumplió dieciséis en septiembre, y también le celebraron el cumpleaños; Patricia le escribió una carta de felicitaciones y prácticamente le dijo que sentía algo por él. El inocente de Jaime no entendía la oscuridad de la carta, y dio por sentado que solo era una formalidad para felicitarlo por su cumpleaños. Patricia luego del segundo semestre al parecer se dio por vencida y aceptó que gustaba de Jaime; de su compañía y su forma de ser. Pero era incapaz de ser clara y decirle algo al respecto. Jaime estaba resignado a vivir su monasterio, aunque deseara decirle a Patricia que estaba enamorado, prefería dedicarse a sus lecturas bíblicas y demás estudios que su tío le instruía desde lejos. Jaime luchó durante todo el año el pecado que siempre lo atormentaba. Continuaba masturbándose y viendo pornografía excesivamente. Y aunque por más que orara nunca desaparecía esa fuerte sensación carnal que él consideraba así. Se sentía indigno por la causa de Cristo, le era imposible dejar de pecar, y creía que era un farsante porque los demás no sabían de su pecado. Aparentaba ser un muchacho piadoso, pero solo él sabía que era todo lo contrario. Luchaba por dejar de pecar, y aunque orara y leyera la Biblia no lograba quitar de la raíz el pecado. Pensaba que estaba condenado de por vida y siempre sufriría. Y, sí que sufría, lloraba inconsolablemente luego de pecar, se sentía sucio y miserable. Jaime estaba tan enfocado en su vida espiritual que olvidaba principios cristianos como servir a los demás. Preocupado más por buscar a Dios no se daba cuenta que estaba en un error al no considerar principios básicos como ayudar al prójimo. Siempre estaba ensimismado en la búsqueda del amor divino, vivía para exaltarse así mismo, y este era el grave error de Jaime, desde el punto de vista cristiano estaba equivocado, enceguecido por su orgullo intelectual. Era incapaz de pensar que debía servir a la sociedad con la palabra de Cristo, es cierto que cuando repartía folletos hacía algo, pero no siempre lo hacía. Su vanagloria de convertirse en pastor era peor pecado que la lascivia y lujuria. Jaime estaba joven y como no confiaba en su pastor para pedir dirección, se destruía el mismo, ni siquiera sus padres se imaginaban el monstruo que habían criado.

            A consideración del cristianismo, Jaime era un sepulcro blanqueado, el pobre no veía que su vida estaba yéndose a la borda, en su orgullo intelectual no se daba cuenta de su error. Ni pensar en la dialéctica de que Cristo da la gracia a quien él quiere y salva al hombre de la condena eterna limpiando todos sus pecados. No comprendía realmente el mensaje del evangelio, que la gracia no se consigue por obras, y que siempre iba a ser un pecador hasta que falleciera y que la única forma de ser salvo es reconociendo que se está en un estado de corrupción y no se puede hacer nada al respecto solo esperar que Dios con su aliento de vida a los huesos secos. En definitiva, lo peor de todo era su orgullo, y su tío Anselmo desconocía estos problemas de su sobrino, no sabía el daño que le hacía mostrándole doctrina e historia de los puritanos, pensaba que hacía bien preparándolo para el Seminario Bautista.

            Anselmo no sabía del pecado oculto de Jaime, y no se imaginaba que tan grave era su situación. Jaime se masturbaba todos los días y su historial de internet estaba plagado de la más puerca pornografía. De nada le servía orar tantas horas y leer la Biblia porque siempre caía en el mismo pecado. Sin embargo, ahí estaba de pie cantando con sus demás compañeros. Majestuoso elevaba su voz y sus ojos brillaban de alegría. Terminaron de cantar y fueron a sus asientos; la directora se acercó al pódium y empezó a llamar uno por uno para que recibieran el diploma. Pasó Patricia, Ricky, Armando y demás subieron a la tarima y tomaron su diploma. Patricia ya había ido a ver las admisiones en la UNAN para estudiar medicina, se decidió por esa carrera, le fascinaba porque creía firmemente que podía ayudar a las personas salvándoles la vida.

            Cuando ya todos recibieron su diploma la directora llamó a Jaime para que diera su discurso. Jaime se levantó de su asiento y subió a la tarima. Empezó su discurso: Compañeros y compañeros, doy gracias a Dios por darnos a nuestros buenos padres que con sacrificio nos permiten estudiar en un colegio excelente como en el que estudiamos, tengo fe en Dios que somos una de las mejores generaciones y tenemos un futuro por delante, creo que todos son capaces y tiene habilidades extraordinarias, espero que así como yo agradezco a mis padres, a la directora y a cada uno de mis profesores, ustedes también puedan reconocer el esfuerzo de cada uno de ellos, gracias directora, gracias profesores y gracias a mis padres por darme la mejor educación. Gracias. El salón se llenó de aplausos y Jaime levantó el brazo en señal de victoria y todos lanzaron al aire sus birretes. Al finalizar la promoción cada quien se quitó el traje y fueron al bufet para servirse y cenar en familia.

            El pastor estaba en una mesa cerca de Ernesto; se levantó y saludó a la familia y felicitó a Jaime por su discurso. Patricia veía a Jaime y se ruborizó pensando en su amado. Luego de cenar, y de charlar, la gente empezó a retirarse. Varios padres se acercaron a felicitar a Jaime, uno que otro le preguntó que iba a estudiar y al escuchar que estudiaría teología se quedaban boquiabiertos y le daban palmadas de felicitaciones en el hombro. Jaime sonreía sin importar lo que otros pensaran, estaba contento por su decisión. El pastor mismo le dijo que tenía futuro y que tal vez algún día él podía ser su remplazo. Alicia arrugaba la cara, odió el discurso de su hermano, y odiaba estar en la graduación. Al menos pudo invitar a Rodolfo para que la acompañara, sus padres desconocían que eran novios, ya conocían muy bien a Rodolfo y lo tenían como el mejor amigo de Alicia.

            Ana y Ernesto se levantaron de la mesa, era hora de irse, le avisaron a Jaime que hablaba con Patricia que era hora de irse; el pastor también les dijo a su esposa y a Patricia que era hora de irse. Cada quien tomó su rumbo a casa. Era diciembre, la navidad se acercaba. Se reunieron el veinticuatro en casa con los abuelos, Anselmo volvió de Haití y estaba en casa. Jaime estaba contento por su regreso.

            —Ahora que estás mayor podemos hablar de hombre a hombre— le dijo Anselmo a Jaime

            Jaime se imaginó que era hora de hablar con su tío acerca de su pecado. Mientras hablaban, Anselmo fue directo y le expuso los peligros de la lujuria y la lascivia. Jaime aterrorizado le mintió diciéndole que no tenía ningún problema con eso pero Anselmo sabía que mentía y no podía creer que su sobrino no le contara la verdad. Más bien se alarmó pensando que Jaime si cometía pecados lujuriosos, al final le aconsejó que si caía en esos pecados Dios perdona todo y podía confiar en él que entendía su naturaleza. Hablaron sobre el trámite para estudiar teología en el Seminario Bautista. Ya tenía lista la carta de recomendación del pastor, y solo hacía falta la entrevista con la decana. Anselmo le contó todo su trabajo misionero en Haití. Le dijo que era un trabajo difícil, que era mejor ser pastor interino antes que misionero porque era desgastante pero al final de cuenta satisfactorio porque servía al Señor. Anselmo tenía cuarenta y dos años, toda su vida la había pasado estudiando teología pero no era un académico, solo se dedicaba a labor misionera.

            Se sentaron en la mesa y cenaron para celebrar navidad. Anselmo dio las gracias. A las doce vieron los juegos artificiales, y más tarde los chicos se fueron a dormir. Ana, Ernesto y Jaime se quedaron despiertos para compartir una botella de vino.

             Luego de una semana llegó fin de año. Y también la pasaron juntos. Anselmo se iba en enero de regreso a Haití. Iniciaron el año con una oración en familia. Ernesto oró: Padre gracias por un año nuevo, bendice a esta familia, haznos más fieles a ti, y utilízanos para tu causa, todo lo que hagamos sea para tu gloria y honra, gracias Señor por darnos la dicha de seguir tu camino, gracias por Anselmo tu fiel siervo, bendícelo y dale fuerzas para seguir tu labor en Haití. Señor gracias por Jaime ahora que va a estudiar teología, dale la sabiduría necesaria para tomar el bueno camino y que un día sea utilizado para tu gloria, bendice a mi hija para que pueda cumplir sus sueños, y bendice a mi esposa, en el nombre del Señor Jesucristo, amén.

            Era primero de enero, decidieron ir a Pochomil. Llegaron a la playa y se relajaron todo el día. Jaime jugaba fútbol con unos muchachos, Anselmo se daba un baño en el mar, y Alicia yacía acostada leyendo La educación sentimental de Flaubert. Ernesto devoraba un pescado frito con salsa, y Ana tomaba una sopa marinera. Cuando atardeció, tomaron sus cosas y regresaron a casa. A la semana siguiente acompañaron a Anselmo al aeropuerto. Anselmo se despidió de sus sobrinos y se fue de regreso a Haití. En febrero Jaime fue a aplicar a la licenciatura en teología. Tenía todo listo, la carta de recomendación, fotocopia del diploma y fotos tamaño carné. Fue un jueves el día de la entrevista. Llegó bien vestido y entró a la oficina de la decana. La decana recibió los papeles. Leyó la carta de recomendación y dio inicio a la entrevista.

            —Entonces usted es Jaime Altamirano

            —Si señora, soy Jaime.

            —Dígame ¿por qué quiere estudiar teología?

            —Bueno, en primer lugar porque quiero conocer más del Señor, y prepararme para servirle

            —Está bien, pero, usted está muy joven, ¿está seguro que quiere estudiar teología?

            —Estoy muy seguro de ello

            —Mire, la carrera exige demasiado, ¿cree que tiene el hábito de estudio necesario?

            —Me gradué con honores de la secundaria, puede ver mis notas, tengo las aptitudes suficientes para esta carrera

            —Aquí no solo buscamos alumnos destacados, sino alumnos que tenga la convicción de servir al Señor ¿usted tiene la convicción de servir al Señor?

            —Si señora, por supuesto, he orado por esto, y es mi sueño estudiar teología para servir al Señor

            —Me alegra escucharlo, bueno sin más que decir, está usted capacitado para esta licenciatura, tengo la fe en Dios que Él tiene grandes planes para usted

            Termino la entrevista, y Jaime salió contento.

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